lunes, 11 de diciembre de 2023

Te despiertas

Despiertas después de un sueño pesado, sin saber si en realidad dormiste o si solo cerraste los ojos por un par de segundos. Parece que unos ladridos fueron los que te sacaron de ese estado indescifrable en el que te encontrabas. Es posible que el perro sea un producto de tu imaginación, porque ahora lo único que escuchas son los motores de los carros que pasan por la avenida.

Ahí, mientras miras hacia el techo, sientes que soñaste algo importante, aunque por más que intentas recordar qué, lo único que obtienes son imágenes fragmentadas; una mezcla de sombras y escenas inconclusas.

Te parece que de cierta forma esos fragmentos de sueño han alterado tu percepción de la realidad, y ahora la sientes grumosa.

Te levantas de la cama para quitarte esa sensación y abres las cortinas. Observas los carros en la avenida y crees que van a una velocidad mayor de la permitida. Luego piensas en las personas que van en esos carros, individuos con un día lleno de obligaciones, desesperados por llegar a su destino. Parece que no pueden dedicar ni un minuto del día a contemplar el cielo y entregarse al caprichoso juego de darle forma a las nubes. Sientes una extraña mezcla de envidia y pena por ellos y su frenética existencia.

Ahora te cautiva la idea de haberte despertado siendo otra persona, como si misteriosamente te hubieras transportado a un mundo paralelo. Piensas en un escenario en el que mantienes tus rasgos físicos, pero eres otra persona. Esto te hace pensar en lo insignificante que eres y te comparas con un grano de arena, una partícula a la deriva en la vasta extensión del universo.

Hace un momento, cuando miraste por la ventana, caíste en cuenta de que la realidad permanecía fija: el árbol que tanto te gusta sigue ahí en el separador, y el edificio de enfrente aún tiene la grieta que atraviesa su fachada.

A pesar de la consistencia del mundo, sabes que las apariencias son engañosas, y que su solidez  no garantiza su fiabilidad. Entiendes la importancia de enredarte con la realidad, pero también reconoces que permanecer todo el tiempo en ella no es saludable.

Vas al baño para echarte un poco de agua en la cara y aliviar tu sensación de extrañeza. Como muchos, crees que el agua tiene efectos calmantes. Por eso hay quienes recomiendan visitar el mar o llorar para encontrar alivio. También piensas que por eso hay personas que de forma instintiva ofrecen un vaso de agua a alguien que está mareado, asustado o se está atorando.

“El agua como remedio universal, que da una noción de curación y renovación”, piensas, y recuerdas la línea de un poema: “Quiero ser como el agua, quiero deslizarme entre los dedos, pero sostener un barco”.