domingo, 26 de enero de 2014

Sin brazo

Hoy llegué en la madrugada a mi casa; hacia rato que no lo hacia, No se, creo que apesto para eso de la vida nocturna, en fin.  Me dormi a eso de las 4:00 a.m y a las 10 algo me despertó; al instante me di cuenta que fue. En medio de los sueños y las vueltas en la cama; mi cuerpo, en una posición digna de contorsionista, estaba totalmente recostado sobre mi brazo izquierdo.

Creo que ha sido la única vez en la cual mi brazo estaba completamente dormido.  Las ordenes de mi cerebro no funcionaron para moverlo, así que tuve que alzarlo con el derecho y empezar a moverlo para que la sangre circulara nuevamente. Mientras movía el brazo dormido con el otro, no calcule bien uno de mis movimientos  y lo  estrellé contra un mueble.  Me dolió un poco e inmediatamente pensé  en esas historias de personas que se les duerme un pie y cuando intentan caminar se lo parten.

Ya el brazo no está dormido y no me duele nada; supongo entonces que no hubo ningún tipo de fractura.  El punto es que muchas veces a lo largo de la vida, dejamos que se nos duerman planes y propósitos  que alguna vez significaron mucho para nosotros, y ahora están ahí, como extremidades dormidas, justo enfrente de nuestras narices. 

Lo peor del asunto es que no fuimos nosotros los que ejercimos presión para que eso ocurriera, sino que en la mayoría de ocasiones son factores externos que nos joden la cabeza y no nos dejan actuar.  Lo mejor es que empecemos a mover esas extremidades inertes lo más pronto posible, antes de que nos agarre el sueño de la muerte.