lunes, 15 de junio de 2020

Lo que pasa

Hace mucho tiempo E. me contó, algo enfadada, que J. había vuelto con su novio de toda la vida con el que había terminado hace poco, y que se iban a casar. “¿Pero por qué no es capaz de buscar a otra persona?”, se preguntaba con cierta rabia. A mí la verdad me importaba poco lo que hiciera J, y mucho menos lo que pensara E. de ella. Todo me llevó a pensar que E. decía esas cosas porque le tenía cierta envidia, pues andaba sin pareja en ese momento de su vida. 

Pasara lo que pasara en su relato, J. no tenía ganas de interpretar un nuevo papel. Creo que muchas veces actuamos en automático ante las diferentes situaciones que nos plantea la vida. Eso es lo que, me aventuro a pensar, pasa, porque así somos y ya está. 

Lo que pasa, o bien, lo que creo que pasa, es que siempre estamos a la espera de la historia perfecta, de un relato sin grietas ni fallas, donde todo tenga sentido, más allá de esa estructura dramática de inicio, nudo y desenlace que nos han querido vender toda la vida. 

Pero claro, ¿acaso quién no desea que la vida sea justamente eso, es decir, una historia compacta, redonda, sin grietas por entre las cuales se le pueda escapar el sentido? Entonces, imagino, andamos tras la búsqueda de esas narrativas que concuerdan con lo que creemos es justo, lo que debe ser, o que reclaman eso que, se supone, la vida nos debe o nos ha quitado. 

Andamos pues, evitando ser frágiles y negando que el caos supera cualquier tipo de estado en el que transcurren nuestras vidas. No queremos admitir que el orden, “lo que debe ser”, se nos escurre por entre los dedos como agua, porque queremos que los otros entiendan nuestro relato de inicio a fin, y está mal visto que el sinsentido, lo inexplicable, domine nuestra narrativa de vez en cuando. 

Eso, supongo, en mi infinita ignorancia, es lo que pasa.