miércoles, 27 de septiembre de 2017

Proporciones

Cuando como queso con bocadillo, me gusta que el pedazo del primero sea ligeramente más grande que el del segundo, pues siempre siento que me sobra bocadillo, o que el sabor de este opaca el del queso, y considero que el éxito de la combinación consiste en una correcta proporción de ambos productos.

Cuando hago tinto por las mañanas me gusta pintarlo con un poco de leche; un pequeño chorro del cual he logrado afinar la medida, a puro ojo, a través del tiempo. Para corroborar esto, apenas la sirvo en el pocillo lo ladeo un poco, qué sé yo, digamos unos 45 grados; si alcanzo a ver el fondo sé que me hace falta servir más. Otras veces, en cambio, el pulso me falla, inclino la caja de leche con muchas ganas, se me va la mano en la cantidad y la sirvo casi hasta la mitad del pocillo, lo que prolonga la tarea pues debo verter de vuelta el excedente al recipiente. Como ven, soy algo maniático al momento de prepararme el desayuno, pero que levante la mano aquel que no lo sea en cualquier otro aspecto de la vida. 

Parece que el tema de las proporciones se vislumbra sobre todo en la comida. Otro ejemplo, que no sé por qué razón ocurre, es el de la carne de la hamburguesa y su pan o panes. Nos la entregan perfectamente armada, la forma circular de la carne coincide, más o menos, con la del pan, pero muchas veces, cuando estamos a punto de acabar con ella, nos sobra un montón de pan para un pedazo ridículo de carne o viceversa.

Cuando me lavo los dientes, encuentro esencial echar la cantidad de crema de dientes justa sobre el cepillo, tarea que a veces se complica cuando el tubo está casi desocupado y sale disparada una gran porción, producto de la frenética manipulación del tubo, que se espicha con fuerza en diferentes ángulos y lados. 

Si nos fijamos bien el tema de las proporciones lo podemos extrapolar casi a cualquier asunto, digamos, por ejemplo, las relaciones afectivas. Supongamos que la armonía en una relación de pareja se deba a la proporción del amor de uno hacia el otro, pero, como casi siempre, ocurre que una persona quiere más o se preocupa más que el otro, y ese es otro claro ejemplo de proporciones desajustadas, que en este caso preciso nos lleva al conflicto.