Una amiga me invitó a participar en un concurso de cuento. Su propuesta es que los dos, junto a otras tres personas, escribamos los cuentos y nos los enviemos para recibir comentarios y, con base en ellos, editarlos para obtener una mejor versión.
Me gusta la idea; me gusta todo lo que tenga que ver con escribir. La fecha límite es este sábado. Espero alcanzar a escribirlo.
Sé que debería estar escribiendo el cuento en vez de escribir esto, pero le he cogido cariño a este espacio; lo considero como un gimnasio de escritura, independiente de la calidad de los textos, pues creo que escribir también consiste en desarrollar un músculo, el de la escritura, claro está, y que uno debe dedicarle algo de tiempo todos los días para que coja fibra.
También debería estar escribiendo un artículo sobre una charla de la que tomé notas hace más de un mes, peo ya ven, sigo acá contándoles sobre eso que no he escrito. Me siento como esas personas que se la pasan diciendo que van a escribir una gran novela, pero que solo se queda en las ganas, en fin.
Ya tengo un par de ideas para el cuento. Una de ellas consiste en alagar un relato de mini-ficción de 100 palabras, de un taller de escritura que tomé el año pasado, y la otra tiene a la muerte como protagonista del cuento.
Ya me emocioné de solo pensar en ese escrito sin palabras, ese cuento-no-cuento, pues, como ya lo he dicho, todo tiene su lado negativo, su complemento, su Doppelgänger.
Acabo de leer las mini-ficciones y solo le veo futuro a una. Las otras resultaron flojas, porque tienen desenlaces forzados en los que busqué un giro inesperado que no supe resolver bien. Definitivamente me voy a ir con el cuento sobre la muerte.