Es de madrugada y un hombre camina por una de las tantas calles de Ciudad de México. Por su andar errático y cadencia lenta, parece que se encuentra bajo el efecto de alguna sustancia psicoactiva, o puede que no, que simplemente esté cansado, y nuestra mirada, siempre lista a juzgar, nos lleve a pensar otra cosa.
Luego de recorrer unos 20 metros de esa manera, el hombre decide sentarse en la entrada de un local que da a la calle y, al parecer, se queda dormido. En ese sitio permanece por un tiempo prolongado. Cuando llega la tarde, unos comerciantes sospechan de él, pues su aspecto les hace pensar que es un delincuente, así que deciden llamar a la policía
Cuando esta llega al lugar ven lo que les habían informado: un hombre con tenis blancos, buzo y pantalón negro, recostado contra una pared, y con los brazos descansando sobre los muslos.
El hombre es Víctor Manuel Gutierrez. Quizá si tenga cansancio físico, emocional, ambos, y está harto de la vida, vaya uno a saber. De pronto solo necesitaba recargar energías, y por eso escogió ese lugar como sitio de descanso.
El hombre no atiende a ningún llamado de los agentes, que ahora se acercan para moverlo con un bolillo. Es ahí cuando se dan cuenta que este herido. Tiene tres impactos de bala en diferentes zonas de su cuerpo: cabeza, tórax y en uno de sus brazos.
Gutiérrez salió de un negocio donde fue atacado y resulta imposible saber cómo llegó hasta esa esquina, en la que decidió sentarse a descansar, en ese estado.
Parece increíble, pero el hombre todavía presenta signos vitales. La policía llama una ambulancia.
Estoy un poco lastimado, pero no estoy
Muerto. Me recostaré para sangrar un rato.
Luego me levantaré a pelear de nuevo”
—john Dryden