viernes, 22 de septiembre de 2017

18 cuadras

Hay una silla libre justo después de la puerta de entrada, pero creo que la buseta se va a llenar. Decido quedarme de pie y me ubico cerca de la puerta del fondo. En un momento miró hacia la la calle por el vidrio de atrás; está repleta de carros y personas que caminan de afán por los andenes. 

Tengo la cabezada recostada sobre el brazo derecho, que tengo agarrado de un tubo de la buseta, mientras pienso en un montón de asuntos, hasta que debido a ese extraño poder que todos tenemos de sentir que alguien nos está mirando, volteo a mirar la silla de los músicos y una mujer me sostiene la mirada. Tiene ojos grandes y negros, y es difícil precisar qué expresa su cara, en un instante parece que va a sonreir, pero de repente se pone muy sería. 

No me siento bien mirándola, así que dejo de hacerlo. Al rato la espío con disimulo, pero ahora parece perdida en sus propios asuntos. 

Un vendedor ambulante se sube al bus por la puerta de atrás. Lleva una cacucha azul que le cubre su cabeza rapada por los lados y pelo largo y liso en la parte de atrás. 

Me llevo la mano al bolsillo en el que guardo el celular, pues me acuerdo de aquella ocasión en que dos ladrones se subieron a una buseta justo cuándo un amigo y yo nos íbamos a bajar y él, que no entendió que pasaba, le pidió permiso al delincuente, que  estaba bloqueando la puerta, para bajarse. “Siéntese o lo mato hijueputa” fue la respuesta que obtuvo.

El hombre no es un ladrón, cuenta que vive en una casa de rehabilitación con 40 personas, en la que debe pagar el arriendo de una pieza. Luego abre una maleta que cuelga sobre su hombro derecho, mete la mano y saca el producto que está ofreciendo: un estuche de lápices y esferos, borrador y no se qué más cosas. El hombre dice que los podemos probar y que si uno de los implementos fallá, nos regala un paquete, luego habla algo sobre dios recoge sus estuches y se baja.

Luego, en menos de media cuadra, se sube otro hombre con gafas negras, barba rala y chaqueta de Jean y saluda a todo el bus con un fuerte grito, luego pregunta en tono de broma “ ¿Los asuste?” y en su discurso también acude a dios para hablarnos, que dios esto, que dios lo otro, etc. Luego cuenta un cuento de un hombre que molesta a dios preguntándole sobre “5 minuticos” que cuánto tiempo es eso. Coincidencialmente suena After Forever y escuchó la estrofa en que Ozzy canta:

Is God just a thought within your head or is he a part of you?
Is Christ just a name that you read in a book when you were in school?


El cuento del hombre finaliza. El mensaje que deja tiene que ver con la importancia de estar vivos, de poder disfrutar cinco minutos. El hombre pregunta si lo entendimos el cuento y luego lo explica. Dice que disfrutemos la vida, que le ponemos demasiada atención a cosas que catalogamos como problemas y que no lo son, y luego dice mientras ríe: “Si ustedes supieran todos los problemas que tengo”. 

Quiero que cuente alguno de sus problemas, pero el hombre ya está pasando por cada puesto estirando la mano para recoger algunas monedas. 

Ya pasaron 18 cuadras y debo bajarme.