miércoles, 19 de enero de 2022

Diarios familiares

Francisco almuerza con Diana, una amiga que es escritora y ella le cuenta que una tía le entregó sus diarios, pues quiere que cuente su historia.

Empezó a llevarlos desde que era una niña y en relata el camino que la llevó al alcoholismo, y cómo logro superar su adicción.

Más tarde mientras prepara un tinto, Francisco piensa en lo que le contó su amiga, pues resonó en él de cierta forma. Piensa que eso es una prueba de que todo está conectado, de que estamos ligados a cualquier suceso, solo que no nos fijamos bien y por eso no nos damos cuenta de casi nada.

Francisco recuerda su accidente y como quedó en coma por dos semanas. El dictamen: Trauma craneoencefálico Epidural. Lo del coma, claro esta no lo recuerda, sino que se lo han contado.

Cuando superó esa zancadilla del desino, y cuando más o menos ya se había habituado a la rutina de la vida —como si tal cosa en verdad fuera posible—, le explicaron que el coma había sido por barbitúricos, es decir, el neurólogo le produjo un profundo estado de inconsciencia por medio de un fármaco.

2 semanas borradas de su existencia, 14 días en un sueño profundo del que no se sabía si iba a despertar o no.

Hace un tiempo se enteró que una de sus hermanas, a modo de ejercicio catártico, llevó un diario de los días que duró en cuidados intensivos. Un recuento de las cosas que pasaban en esos días, como la compra de su carro, o el nacimiento de un primo. Solo consistía en eso, en contarle a su hermano qué ocurría en su mundo cercano mientras él dormía.

Siempre hay alguien mirando, alguien dispuesto a contar la historia de la forma que mejor le parezca.

Al hombre le gustaría leer ese recuento de hechos, saber cómo fueron esos días marcados por su ausencia; le gustaría estrellarse con la cotidianidad de ese tiempo que  fue borrado de su existencia.

El hombre nunca le ha pedido a su hermana que le deje leer esas hojas. Cree que hay que respetar esos textos que solo se escriben para uno mismo.