Una de las cosas que más me gusta
de escribir, es lo que yo llamo “cocinar la idea”, proceso que empieza justo
cuando una conversación, imagen, recuerdo, etc. Acciona algo en mí cabeza y comienzo
a realizar asociaciones de todo tipo en torno a una idea.
Considero que ese tiempo de
cocción varía dependiendo del tipo he escrito en el cual usted se quiera sumergir. Está claro que para una novela
el tiempo debe ser más prolongado, mientras
que para una columna o artículo puede ser muy corto, cuestión de semanas
o incluso de minutos. En ocasiones
mientras se cocina la idea en la cabeza, se van pegando otras que no se tiene muy claro de dónde salen; usted sabe, a veces sus pensamientos son como el maíz pira que se frita en una olla y saltan de un lado a otro sin ningún tipo de orden, y resulta difícil
contenerlos en la cabeza; yo creo que ese debe ser uno de los orígenes de la
escritura, ese momento en el cual creímos que no todo lo que se nos ocurría no nos iba a caber
en la cabeza y que era mejor dejarlo escrito en alguna parte (que afortunada es
la humanidad de que a alguien se le hubiera ocurrido hacer eso).
Otras veces, mientras se está
cocinando la idea, empieza a llegar información que soporta a la misma, la cual usted no estaba buscando; de pronto usted lee, ve o escucha algo que se
relaciona con la idea que tiene en mente y eso incrementa el nivel de la idea,
lo que se puede traducir, dependiendo de
la cantidad de información, en terminar de pulir la misma o añadirle más tiempo de cocción.