viernes, 16 de diciembre de 2016

Compras navideñas

Daniela lleva un sastre negro y se encuentra sentada en una plazoleta de comidas de un centro comercial. Tiene sujetada su larga cabellera, del mismo color de su ropa, por una pinza blanca; el contraste de esta con el color de su pelo llama fácilmente la atención. 

Son las 3:25 p.m y  cucharea con desgano, de una coca de plástico transparente, su almuerzo: Arroz, unas tajadas de plátano y una masa uniforme café que al parecer son fríjoles; una bandeja paisa más bien triste. 

 Trabaja como vendedora en la temporada navideña  y está disfrutando de un corto descanso, que también es su "hora" de almuerzo. Pasa de su mano derecha a la izquierda la cuchara, y con la primera saca el celular de su chaqueta. Comienza a teclear con el mismo desgano con el que se lleva la comida a la boca, tal vez mira el whatsapp o alguna de sus redes sociales, donde sus amigos publican fotos de sus vacaciones y lo felices que son en esta época, mientras ella se encuentra atorada en un templo de culto al consumo. 

Mientras realiza ambas actividades casi en cámara lenta, observa a las personas que pasean alegremente por el centro comercial que, en medio de sonrisas y actitud decidida, entran a los diferentes almacenes, pues es navidad y debemos consumir, sin importar, incluso, si es con dinero que no tenemos. 

De repente, la mujer agarra una bolsa de masmelos, su postre, saca uno y se lo come en dos mordiscos. Después le da un sorbo largo a una botella de agua y nuevamente se pone a contemplar el panorama con su frenético movimiento de personas. 

Pasados unos segundos, tapa su coca, la mete en una bolsa plástica y en tres movimientos sutiles le hace un nudo. Se pone de pie y de manera resignada emprende camino hacia su sitio de trabajo. Sabe que llegó el momento de hacerle frente al resto de su jornada laboral y al tedio navideño que la acompaña. 

Mientras se  aleja, una mujer con una maleta negra, a punto de reventar, toma su lugar; saca varios billetes de su billetera y comienza a contarlos como si a través de ese acto se pudiera descifrar el verdadero sentido de nuestra existencia.