viernes, 2 de marzo de 2018

La vida

Hay muchos árboles y cada cierto tiempo una brisa repentina, al estrellarse con ellos, provoca una lluvia de hojas secas, y ese ruido de murmullos que todos conocemos, como si el viento, las hojas o ambos quisieran decirnos algo. 

Un hombre saca de un morral una coca de plástico transparente. Luego, uno a uno, va trinchando trozos de fruta con un tenedor de plástico y los mastica lentamente mientras mira un punto fijo en la distancia, al tiempo que, parece, mastica sus pensamientos. 

Un paseador de perros camina con 5 de ellos, tres pequeños y dos grandes que, a manera de guardaespaldas, cuidan la retaguardia. 

2 mensajeros de Rappi están sentados en una banca. Otro llega montado en una bicicleta y los saluda antes de desmontarla hábilmente, para luego ocupar el puesto que queda disponible. Sostienen un fuego cruzado de palabras breve y ríen. Al rato los tres tienen sus miradas clavadas en las pantallas de sus celulares. 

El hombre de la ensalada de frutas ya terminó de comérsela, y sigue inmerso quién sabe en qué tipo de pensamientos. Parece que no hace nada, pero hace mucho al intentar bajarle las revoluciones al trajín de la vida. 

Un jardinero que lleva botas pantaneras hasta la rodilla y un overol verde, junto con un sombrero del mismo color conversa con un guardia de seguridad, que lleva un uniforme azul pulcro y un bolillo que cuelga de su cintura y que se mece a medida que camina. Mientras hablan, el primero mira hacia distintos lugares del parque; parece que estudia que prados, arbustos o árboles necesitan de su cuidado. 

El sol sale y sus rayos se filtran por entre las ramas de los arboles y el efecto crea un tapete con manchas de luz, salpicado con hojas que no paran de caer. 

En el borde del parque un hombre habla animadamente con un lustrabotas y este no se cansa de sacarle brillo a sus zapatos cafés. 

Los tres mensajeros se montan en sus bicicletas y emprenden su camino. La vida continúa.