Hablemos de nuevo sobre el amable recordatorio que llevo impreso en la garganta. Cada vez que veo la cicatriz, recuerdo a qué se debe, por qué está ahí y todos los incidentes que, de forma desordenada, revolotearon a su alrededor.
Cuando digo recuerdo es un decir, pues estuve más de 15 días tendido en una cama de cuidados intensivos, así que todo me lo han contado. Dicen que fue un coma, pero el término me asusta, así que prefiero engañarme, y pensar que fue un sueño prolongado; dormir es morir un poco dicen por ahí.
Para mí fue fácil, es decir, en esos días no me enteré qué era lo que estaba pasando y no sufrí ningún tipo de angustia por la gravedad de mi estado. Antes de que se pregunte, estimado lector, no vi ningún túnel, ninguna luz intensa y mucho menos sentí que flotara fuera de mi cuerpo. Menos mal, pues que pánico experimentar alguna de esas cosas, ¿no?
En cambio, mi familia si que tuvo que haber pasado unos días de mierda; cada uno de ellos de la casa al hospital y del hospital a la casa, esperando una evolución en mí estado, pero no había forma de saber eso; transitaba la cuerda floja de la vida.
Asumo que mis hermanos y mis padres, adoptaron diferentes mecanismos de supervivencia para poder sobrellevarlo todo sin derrumbarse, para poder continuar adelante con la vida y sus rutinas.
El método que adoptó mi hermana mayor me gustó mucho. Ella decidió, cada vez que llegaba del trabajo a su apartamento, contarme esos días escribiendo en una libreta. Eran diferentes asuntos en los que me narraba, siempre se dirigía a mí, cosas que le pasaban a ella en su día a día, y cosas que ocurrían en el mundo. Recuerdo que en una de las entradas me contó sobre el carro que se había comprado y los paseos que íbamos a dar en él tan pronto me recuperara. También anotaba todo lo que los médicos decían, que si movía los ojos, un dedo, etc.
Solo he visto ese diario, digamos, una sola vez, y en esa ocasión únicamente leí unos cuantos apartes. Lo hojeé rápido porque, pues aunque sé que trata mucho sobre mí, no me pertenece, pues hace parte de un momento muy privado de mi hermana, un ejercicio privado de escritura.
Joan Didion dice en su ensayo Acerca de llevar una libreta, que esos ejercicios de registrar las experiencias propias no son para consumo público, sino que resultan ser un indiscriminado y errático montaje, con sentido solo para su creador.
A veces pienso que si estoy vivo, en gran parte se lo debo a la buena energía que contiene ese diario.