martes, 13 de abril de 2021

Entropía molecular

Imagino que el término existe, pero no tengo idea qué significa. Me gusta la palabra entropía como sinónimo de desorden.

No debería escribir sobre lo que no sé, pero ya ven, cada quien, al final, hace lo que le da la gana.

Mejor volvamos a lo de entropía. La palabra llega a mi cabeza por el desorden de mi escritorio. Marie Kondo, esa señora que está obsesionada con el orden, se desmayaría con solo verlo.

Encima, a simple vista, puedo ver: el portátil, mi libreta, un blog de hojas blancas en el que empecé a dibujar, pero que dejé de utilizar porque me compré una libreta con hojas de buen gramaje; un pañuelo para limpiar gafas, un tapabocas, un blíster de vitamina C con sabor a mandarina, dos lápices enanos marca Staedtler, uno Faber Castel que solo utilizo para borrar porque, en medio de la entropía, no sé dónde fue a parar mi borrador; un estuche de gafas, un parlante que casi no utilizo, un disco duro externo, un chap Stick con sabor a nada, y un estuche de lentes.

A veces, a ese cuadro entrópico, digamos, lo acompaña una taza de una bebida caliente, por lo general desocupada.

A ratos pienso que debería ordenar todo, pero me gusta esa entropía, la entiendo y me reconozco en ella; al final, como ya he dicho antes, somos más nudo que inicio o desenlace.

Las palabras Entropía molecular me siguen rondando la cabeza, así que busco la definición en internet: “Actualmente la entropía desde el punto de vista molecular se define como una función de estado que es una medida de cuánta energía poseen los átomos y las moléculas”.

No me queda claro.

Imagino los objetos de mi escritorio como átomos, cada uno con diferentes energías, y que intercambian información entre ellos sin yo darme cuenta.

Ayer, a punto de terminar un dibujo, el tarro de tinta china, temperamental e irreverente, y en un trabajo en conjunto con la plumilla, casi se voltea por completo encima del escritorio, hecho que elevo la entropía a niveles que nunca había presenciado.

Afortunadamente, el incidente no pasó a mayores. Si se preguntan por el tarro de tinta, ahora se encuentra castigado en una esquina del escritorio.