lunes, 18 de mayo de 2020

Vidas

Me conecto a una charla en la que un escritor va a entrevistar a una escritora. Apenas ingreso a la sala de Zoom decido habilitar mi cámara, pero a punto de iniciar la entrevista la deshabilito pues no le veo sentido alguno el aparecer en la pantalla de unos desconocidos. 

La mayoría de los asistentes no encienden sus cámaras y no más de cinco personas lo hacen. ¿Por qué lo hacen?, ¿quieren que los vean?, ¿se sienten orgullosos de su hábitat de cuarentena? Nunca lo sabremos y, además, ¿qué me importa? 

Uno de ellos es un hombre con una camisa naranja que gesticula mucho y se toca la cara con frecuencia.  Juega, todo el rato, a inclinarse hacia la pantalla para luego alejarse. 

Aparte de los escritores, la persona en la que más me fijo es una mujer: María M. Lleva unas gafas de marco grueso negro y una trenza larga con la que juega, casi con la misma insistencia con la que el hombre se lleva las manos a la cara. No debe tener más de 25 años y me gusta como sonríe cada vez que alguno de los escritores cuenta una anécdota o dice algo gracioso. De resto mira de forma fría y muy sería hacía su cámara. ¿Se preguntará si alguien la espía? Creo que, a la larga, nos gusta fisgonear sin ser sorprendidos, que todos llevamos algo de voyeristas por dentro, guardadas las proporciones de ese término. 

Me fijé en ella por el fondo de su imagen: una biblioteca de color blanco con libros, la mayoría grandes como enciclopedias, y objetos de todo tipo: Una jarra de metal, un cenicero del mismo material, un trofeo, un porta retrato con una foto antigua de una pareja, ¿sus padres?; un carro deportivo rojo de juguete, una cajita de color café en la quizá ni ella sabe qué se guarda, una estatuilla de color rojo que hace juego con sus labios, un bodegón con figuras geométricas; son algunos de los que alcanzo a ver. 

Me aventuro a imaginar que esa biblioteca entre los libros y objetos que almacena bastaría para narrar la vida de María, para saber cómo es, qué le gusta o la mueve en la vida. 

La escritora comienza a leer unos fragmentos de sus novelas, pero su conexión falla y su imagen queda congelada en la pantalla. El escritor cuenta que le habló por whatsapp, pero que solo le salió un chulo al mensaje que le envió , así que la escritora no debe tener conexión. 

Abandono la reunión.