domingo, 11 de agosto de 2019

Cordones

Me despierto pasadas las cinco de la mañana. Apenas lo hago intento descifrar la causa, pero no identifico ninguna. Decido echarle la culpa a unos perros que ladran en un parqueadero cercano. 

Cierro los ojos e intento dormirme de nuevo, pero no lo consigo, así que prendo el televisor y me pongo a ver el capítulo de una serie. A las siete el sueño vuelve a mí, doy media vuelta y caigo en un sueño profundo al instante. 

Me sumerjo en un sueño extraño, uno de esos en los que uno parece caminar por el filo que divide al sueño de la vigilia, y nunca se está del todo en ninguno de los dos territorios.

Sueño algo, nada conciso; como siempre son imágenes desconectadas, una película sin editar. En la primera escena salgo amarrándome los zapatos, pero tengo problemas para hacer el nudo, pues los cordones son muy largos; me da mal genio eso. No entiendo por qué los zapatos tienen unos cordones tan largos, si son los que siempre utilizo. 

Estoy sentado en una cana, en lo que parece el cuarto de un hostal ubicado en Teusaquillo. Estoy en una habitación con muchas camas destendidas, como si las personas que durmieron ahí hubieran tenido que evacuar el lugar debido a una emergencia. 

Me despierto, eso creo, y miro el reloj, son las ocho y media. Tengo una cita a las 10:00 así que configuro otra alarma y vuelvo a cerrar los ojos. Al parecer había dejado el sueño en pausa y apenas me vuelvo a dormir este continúa. 

Ahora estoy con María, una amiga, en otro lugar del centro de la ciudad. Caminamos apurados, vamos tarde para una cita. Por fin llegamos a una especie de auditorio donde, supongo, tenemos una reunión. Una mesa, con sillas negras de espaldar alto, ocupa el centro de la sala, pero parece que somos los primeros en llegar porque no hay nadie más en ese lugar, aparte de otra persona que nos acompaña, pero que tiene carácter de bulto opaco en mi sueño. En ese momento caigo en cuenta que estoy descalzo. 

Le digo a María que así no puedo estar en la reunión, que voy a tomar  un taxi para devolverme al hostal y buscar mis zapatos. 

María me responde algo, pero es un murmullo que no logro descifrar. 

 Me despierto de un sobresalto, miro el reloj y son las 9:40. Se me hizo tarde para mi cita.