martes, 29 de noviembre de 2022

Mariana no está

Lleva un tiempo mirando la pantalla y no se le ha ocurrido ningún tema. Que miedo eso, piensa, es decir, como la mente se comienza a desocupar a medida que envejece o como cada vez es más difícil rescatar recuerdos, pensamientos, o bien, generar ideas.

De ahí que varios escritores vean al subconsciente como fuente infinita de creatividad. Como decía Bradbury loco: “la autoconciencia es el enemigo de todo arte, ya sea actuar, escribir, pintar o vivir, que es el arte más grande de todos.”

Ahora dirige la mirada hacia la sección de estilos de Word y varios de los comandos inducen a escribir: Título, sin espaciado, Edición, dictar, editor, párrafo. Pero ¿sobre qué?

Quizá la historia está clara y se resiste a verla. O tal vez solo sea pereza. Sentir pereza para escribir también es válido, solo que hay unos masoquistas, como él, que se obligan a hacerlo, aunque mueran a causa de ella.

Tal vez debería escribir lo que le ocurre, su situación actual, un hombre que está sentado en su escritorio y sufre para poner una palabra después de otra.

Es de madrugada y ahí está con el cuarto casi a oscuras, por culpa del bombillo de su lámpara que parece fatigado.

De repente el hombre escucha un ruido en la cocina, un cajón que se abre y unos cubiertos que caen al suelo. “Debe ser Mariana”, murmura, y cuando pone los dedos sobre el teclado recapacita sobre lo que acaba de decir. Mariana ya no está con él, Murió atropellada por un bus, de camino hacia el trabajo, mientras conducía su bicicleta.

Se queda quieto y siente miedo. Piensa que, si va a la cocina, se la va encontrar tal cual la ve en los sueños, con la cara destrozada por el accidente. Entonces se pone de pie y le echa seguro a la puerta del cuarto, como si esa medida de seguridad sirviera contra fantasmas o espíritus que se han perdido en su camino al más allá o que no dejan este plano porque tienen temas pendientes por resolver.

El hombre se sienta y comienza a escribir a contar su historia, pero lo debe hacer desde el principio, desde el día que la conoció cuando llevaba el vestido rojo de flores blancas que tanto le gustaba.

Ahí está, ya tiene una historia por contar. Aunque a veces siente que alguien lo mira desde atrás, no deja de teclear por dos horas seguidas.

Tiene que contar su historia por su bien y el de ella.