viernes, 31 de agosto de 2018

Equivalencias

Desayuno. No sé porque últimamente hablo tanto acerca de ese momento del día. Debe ser, como ya lo he dicho antes, porque es uno de relativa calma, previo a la avalancha de caos que a veces se nos viene encima, y que desordena nuestros planes como si nada, acabando con nuestra percepción de justicia, divina o la que sea en que creamos. 

Les decía, desayuno. 

A punto de terminar me sobra café y me hace falta pan. Me gustaría estar en capacidad de calcular la cantidad exacta de ambos alimentos al momento de alistar el primero y preparar el segundo, y luego, que aquel momento en el que me introduzco el último trozo de pan en la boca, coincida con el último sorbo de café, pero eso nunca ocurre, bien sea porque los pellizcos que le doy al pan son desiguales, o algunos sorbos de café son más largos que otros; o porque el uno y el otro me saben muy rico y abuso, por decirlo de alguna manera, de cada uno de ellos en un momento determinado. 

Con la comida pasa mucho eso. ¿Quién no, alguna vez en su vida, se ha descachado comiendo hamburguesa y al final la cantidad de pan que le queda es exagerada, al compararla con un minúsculo trozo de carne?, ¿Qué ocurre en esas ocasiones? A esa escena también le podríamos sumar unas manos untadas de salsa o grasa, en fin. 

El café ya está casi frío. Decido ir a sacar más pan. Uno entero sería un exabrupto, me encanta esa palabra, así que corto un pedazo, una cantidad, considero, equivalente a la que me queda de bebida. 

Ya sentado en la mesa, le doy otro sorbo al café y muerdo el trozo de pan sin untarle nada, pues ahora la mantequilla se acabó. La mermelada también está a punto de acabarse pero no concibo untarla sola en él pan; siempre debe ir acompañada de mantequilla, caso contrario sería como bailar merengue solo, que claramente se puede, pero resulta aburridor. Caprichos pendejos que se inventa uno. 

Resulta, entonces, que la actividad de comer es la metáfora perfecta para describir lo desigual que es la vida, su desequilibrio constante, los altos y bajos en los que navegamos todos los días. La comida, su falta o abundancia, me refiero, o mejor, su casual desequilibrio, quizás intente decirnos algo. 

En medio de todo, entre toda la locura e injusticias de la vida, seguimos comiendo.