martes, 7 de noviembre de 2017

La lectura

“¿Y cuál es su signo?” pregunta la mujer que lleva mucho maquillaje y tiene una nariz respingada. “Libra”, respondo algo molesto. Me mira fijamente a los ojos, baraja las cartas que ha tenido en sus manos desde que entre a la sala, y juega con ella en sus manos por un tiempo.

“¿Qué hace? Le pregunto. Mi inquietud parece desconcertarla. 

“Estoy limpiando la energía de la baraja” responde seria, ante la aparente impertinencia.

Veo que las cartas están limpias; supongo que la limpieza de energía es algo que está fuera de mi entendimiento, como muchas de las cosas que dice hacer la Maestra Sara, así es como se hace llamar.

La miro directamente a los ojos e intento sonreír para calmar la tensión en el ambiente, pero ella parece una estatua y no copia mi gesto. No sé de dónde saca una caja de fósforos roja, enciende de forma hábil uno y prende dos velas, una blanca, la otra amarilla que se encuentran en los extremos de la mesa. Pasa una mano por ella para simular alisar un paño verde que ya está templado

Bate la mano para apagar el fósforo y lo bota hacia atrás con desparpajo. Me viene a la memoria esas escenas en que las personas brindan, beben el trago y luego tiran la copa. La Maestra Sara sería buenísima para ese tipo de brindis, de escena o de película.

Maneja hábilmente la baraja que, recordemos, está descontaminada de mala energía, la pasa de una mano a la otra y comienza a formar tres montones de cartas. Cuando termina, pregunta con la misma seriedad que la ha caracterizado hasta el momento: “¿Sobre qué aspecto de su vida quiere saber?”

“Buena pregunta” pienso, y me la repito de forma parcial. ”¿Sobre qué aspecto quiero saber?”

Creo conocer algo sobre todo los aspectos de mi vida, y saber de antemano que va a ocurrir en ella, me parece que es restarle importancia a la incertidumbre, elemento desconcertante y de igual manera importante en nuestras vidas.

Me parece que la Maestra no parpadea ni un segundo mientras espera la respuesta. Incomodo bajo su mirada digo: “¿El amor?”
“¿Puede ser más específico?”, Contrapregunta.
La miro perdido, se da cuenta y me tira otro anzuelo para continuar con la lectura de las cartas que, supongo, ahora llevan mi energía
“¿Me puede dar un nombre?
“Valentina”, respondo al instante, como si estuviera en un examen oral, sin saber quién es esa mujer.

La maestra comienza a destapar las cartas. Llevan ilustraciones con un pequeño texto a la derecha, Las lee o interpreta muy rápido porque pone una detrás de otra sucesivamente.

“Veo que con esta mujer hubo un acercamiento inicial, y luego todo acabó de un momento a otro”, me dice, luego asegura que Valentina está luchando fuerte contra todos los obstáculos para acercarse a mí, pero que le debo colaborar, caso contrario la perderé para siempre, ¿me entendió? Para S-i-e-m-p-r-e; hace énfasis en la última palabra como si fuera un tarado. 

Me pregunta que si ella, Valentina, va a hacer un viaje pronto. Le digo que si y me invento uno de trabajo a Turquía. La Maestra me cuenta que es un suceso que juega a mi favor, pues en ese viaje ella va a recapacitar mucho sobre nuestra relación.

Le sonrío, ¿acaso no es una buena noticia?

Ya llevo medía hora con la lectura de cartas y la mujer me lo hace saber. Me dice que si quiero saber más sobre Valentina, el amor de mi vida, debo volver a cancelar otra consulta pues, al parecer, la información suministrada más el tiempo que lleva analizando las cartas ha agotado el crédito equivalente a una lectura.

Creo que ha sido una buena lectura así que me despido y le doy las gracias. 

Hasta el día de hoy Valentina no ha aparecido en mi vida; aún la sigo esperando. ¿Se habrá quedado en Turquía?