miércoles, 6 de julio de 2022

Huecos

Es un día frío y estás sentado en tu escritorio trabajando. Por momentos te quedas mirando la pantalla, perdido en tus pensamientos sobre un pasado que aparece como si nada o un futuro que imaginas. De repente un sonido te trae de vuelta al presente.

Volteas a mirar hacia la ventana y ves como las ramas de un árbol se mueven debido a una ráfaga de viento.

Le das un sorbo a tu café y cuando estás a punto de volver a teclear, el sonido que hace un momento te sacó de tu estado contemplativo vuelve a sonar. Es el de un taladro, que no se cansa de darle golpes al pavimento.

Levantas los brazos y arqueas la espalda para desperezarte. Acompañas el movimiento con un quejido como milenario.  Luego decides ponerte de pie para examinar de donde proviene el ruido.

Ves en la calle a un grupo de obreros arreglando  un hueco en la calle. Los huecos, piensas, se pueden encontrar en cualquier lugar. Están, por ejemplo, los de tu identidad, conducta o forma de ser, producto de las decepciones de la vida y esos, digamos, palpables, como el que están reparando los obreros en la calle. Estos últimos no son tan diferentes a los primeros.

Los obreros llevan puesto un chaleco verde fluorescente y overoles anaranjados. ¿Por qué usan esos colores?, te preguntas, y piensas que, aunque sea de día, es para que los conductores los vean y no los atropellen.

Crees que la razón de ser o de existir de un hueco, sin importar de que tipo sea, es que demanda ser llenado.

Cuatro obreros reparan uno. Uno de ellos utiliza una pala, pero le prestas especial atención a otro que está arrodillado. Parece que pule detalles. Pasa lo mismo con la vida: Un grupo de personas puede ayudarte a reparar tus huecos, pero siempre habrá alguien que cuida de aquellos rincones imperceptibles que necesitan ser llenados.