sábado, 14 de octubre de 2017

Ripio

“A mí me gusta mucho la Arepa-Burger” me dijo.

Era la primera vez que escuchaba esa combinación de palabras. El nombre no deja mucho a la imaginación y visualicé el producto de inmediato: una hamburguesa con tapas de arepa en vez de tapas de pan. Ella seguía hablando, y describía con entusiasmo esa preparación desconocida para mi, pero obvia por sí sola.

“Se le echan salsitas, las que tú quieras, esto, lo otro, ripio de papa y mmm queda más bueno”, terminó la frase como saboreándose los labios.

“¿Qué?” le pregunté. 
“Qué, qué?”
“Ripio qué?, ¿qué es eso?”
“¿No sabes que es ripio?”, me preguntó.
“No, ¿debería?, ¿qué es?”
“Por ejemplo cuando comes papas de paquete son como las migajas que quedan al final”

No había escuchado la palabra nunca, o tal vez sí, pero la había olvidado. En vez de pasar a otro tema y con ánimos de sonar chistoso, solté un comentario burlándome de la palabra, dije que no le encontraba sentido, que de dónde venía o había salido.

Mi apunte surtió un efecto contrario y ella se puso seria. Lo noté, pero seguimos hablando como si nada. En medio de la conversación, mi instinto ñoño se activo y busqué en la RAE aquella palabreja:

“Ripio: Residuo que queda de algo.”

Me sentí estúpido, ignorante, cómo si mi conocimiento del español fuera el ripio del lenguaje, como ese ripio de los paquetes de papas que ingerimos con ansiedad.

Luego de eso hablamos otro par de semanas y, en un momento, una discusión lo estropeó todo. Hoy, de nuestra amistad, sólo queda su ripio.