miércoles, 16 de noviembre de 2016

El ojo de la cerradura

Miró por el ojo de la cerradura y olvidó todo en ese instante: quién era, que hacía, donde estaba, fue cómo caer en el pozo de la inconsciencia . Al rato, imágenes en desorden comenzaron a llegar a su cerebro.  Logro hilarlas de alguna manera para contarse una historia:

Esa noche, un amigo lo invito a quedarse en su casa.  Acepto de inmediato al recordar la atractiva figura de Julia, la  hermana de su compañero.  La idea de dormir bajo el mismo techo lo estimulaba.

Habían pasado cinco años desde su graduación, y decidió restarle importancia al paso del tiempo que lentamente acaba con todo, incluso con los recuerdos; en su mente ella permanecía intacta.

Llegaron felices y pasados de copas, bebieron una cerveza más en la cocina, acompañada de un par de anécdotas , hasta que por fin decidieron irse a la cama.

La oscuridad, complice de los más íntimos secretos, le produjo un deseo morboso que pronto se apoderó de él. Se levantó con resolución de la cama, subió las escaleras sin hacer ruido y caminó entre sombras amenazadoras a ambos lados, producto de la luz de los postes en la calle, por el amplio pasillo del segundo piso.

Ahí tenía justo enfrente de él,  la puerta de la habitación de Julia.   La luz del cuarto estaba encendida. Se sintió ridículo, al deambular en ropa interior por la casa  de su amigo, pero pronto Julia ocupo todo el espacio de su mente.  Se la imaginó recostada sobre la cama con un baby doll negro y fumando un cigarrillo.  En su fantasía ella lo estaba esperando.  Ambos compartían un secreto de amantes cómplices. 

El sonido de la puerta de la nevera lo trajo de vuelta al tedioso presente.  Al parecer, su amigo se levanto por un vaso, no de agua, le parecía simple que las personas se levantaran a beber agua en las noches. Como era su fantasía decidió que él   se servía un vaso de whiskey.

 "¿Y si subía y se lo encontraba?", pensó. Se quedo quieto e intentó adoptar  las propiedades inertes de los objetos que lo acompañaban en ese momento: una mesa, una lampara y un cuadro, un retrato familiar.  Espero un par de minutos hasta que el silencio nuevamente reinó en en el ambiente.

El ojo de la cerradura era el medio perfecto para culminar su inocente y decidida travesía. El mecanismo de metal  era la metáfora perfecta que representaba sus profundos deseos de espiar la vida de Julia sin ser descubierto, de enterarse de eso que, se supone, no debería saber.

Ubicó su cara enfrente de la puerta  y cerró el ojo izquierdo, mientras abría el derecho, ubicado en el ojo, de forma exagerada.   ¿Qué quería encontrar?, presenciar una fracción cruda de la vida de Julia, verla sin ninguna mascara, en su estado primordial, indefensa pero hermosa.

Se alejó de la puerta y se pellizco un brazo para descartar la posibilidad de estar en un sueño. Se volvió a acercar y sus sentidos y lógica no eran capaces  de procesar el momento.  Al principio creyó ver nada, luego ella apareció, no en el baby doll negro que imaginó sino recostada sobre su cama con  una sudadera rosada leyendo un libro.  

Justo cuando más se deleitaba y relamía de esa visión celestial, la oscuridad hizo presencia. 

"Espiar a las personas, sin importar cuál sea el  ojo de la cerradura que utilicemos, tal vez es acercarnos a la muerte.  Algunos terrenos es mejor dejarlos inexplorados" pensó. sintió que la mesa, lámpara y el cuadro se burlaban  en silencio.