miércoles, 15 de marzo de 2017

Líneas

Escribe un cuento. Trata sobre un hombre que se encuentra con una vieja amiga de la universidad, que ahora es la esposa de un conocido. Joaquín, el personaje, se la topa sin querer en la calle. ¡hágame el berraco favor! Es una coincidencia casi tenebrosa encontrarse con alguien que se conoce, sin proponérselo, en una ciudad con más de 8 millones de habitantes, ¿no?.

Escribe una línea de diálogo en la que Joaquín le dice a Andrea: “Me cuesta trabajo pero me gusta”.

El procesador de texto le subraya tímidamente la palabra trabajo con una línea de color azul. No le agradan las líneas, pues tienden a tachar, juzgar y, lo peor de todo, dividir territorios: Los de aquí y los de allá, los que están en lo correcto y los que no, los despistados y los acertados; se podría quedar enumerando “bandos” hasta que le llegue la muerte.

Parece que la frase puede tener un error de sintaxis. Ubica el cursor encima de la palabra y le da clic derecho para ver que le sugiere o sugieren, pues no sabe cual es el encargado de los subrayar los errores, si es el mouse, el computador o el programa. “Uso de la coma” le dice(n), y el "error" supuestamente se soluciona al poner una coma después de la palabra trabajo.

Se niega a hacerlo. Para él la frase es la correcta, y más allá de reglas gramaticales aplica para su personaje y su intención en la escena. Finalmente selecciona “omitir una vez” y sonríe burlonamente.

“Esa coma antes de la palabra ‘pero’ es aburrida” piensa, y la asocia con ese tipo de personas para las que nada está bien y todo es un lío. Esas que les gusta poner peros por todo, en conclusión, esas personas que a cada rato trazan líneas reales o imaginarias con todo y con todos.