lunes, 25 de junio de 2018

Anhelos

Cuando era pequeño veía muchos partidos de tenis con mi papá y mi hermano. En especial me gustaban los de Wimbledon, con sus canchas de césped perfecto. Algo a lo que le ponía mucha atención era a los recogebolas, prestos a correr de un lado a otro de la cancha para recoger las pelotas que se quedaban en la malla.

No sé por qué, pero siempre me fascinó la tarea que tenían, y soñaba con desempeñar ese papel algún día. Hace un par años me enteré de que son jugadores de tenis en potencia y que si están ahí, es porque son los mejores, así que ya perdí la ilusión de desempeñar ese papel.

Ya que no pude ser recogebolas ahora tengo otro anhelo: trabajar como locutor de fútbol en Inglaterra, que quizá, por algún giro extraño del destino, podré cumplir. Se preguntará usted, estimado lector, la razón de ese anhelo, y se debe a que me encanta la manera en que narran, tan desprovista de opiniones y repleta de figuras narrativas y adjetivos que quizás en otro contesto serían empalagosos, pero en sus narraciones resultan precisos. Tiendo a pensar que a esos locutores les fascina la literatura y escribir. 

Pero esto también no deja de ser otro sueño, pues primero tendría que alcanzar un nivel de ingles C que, según una amiga que estudió lenguas, es como ser hablante nativo, y eso no es nada, también debería lograr imitar el acento que, creo, es una de las principales razones para que las narraciones sean tan amenas.

Otro anhelo frecuente, aparece cuando escucho música y me imagino tocando, de forma perfecta, alguna batería complicada, como la de alguna canción de Rush, por ejemplo. 

Lo bueno es que por más ridículos e imposibles que sean esos anhelos, me parece que no tiene nada de malo aferrarnos a ellos, para hacer la vida más llevadera.