martes, 14 de junio de 2016

Ojos negros en la librería

Sin batería en el celular,  termino un capuccino y le pregunto a una mujer la hora. "Veamos que hora es" me responde con una sonrisa mientras descubre la muñeca en la que lleva el reloj. "Son las 6:40". Le doy las gracias y me despido.

Me quedan 20 minutos para una reunión.  En el camino me cruzo con una librería, hago cálculos imaginarios de tiempo y estimo que han pasado 3 minutos desde que la señora me dio la hora.  17 minutos son suficientes para la reconfortante actividad de  hojear libros. En realidad no eran 17 sino unos 15, 2 menos, necesarios  para llegar al lugar de la reunión.

Como siempre que entro en una librería, me aterro al ver tantos libros con títulos sugerentes e interesantes, de autores que no conozco y que probablemente nunca leeré en lo que me queda de vida. 

Levanto la mirada y al otro lado del estante de libros, una mujer busca un libro.  La altura del estante solo deja ver de sus ojos hacia arriba.  Son de color negro, como un pozo profundo lleno de aceite.  Al rato le pregunta a uno de las personas de la librería por un libro, "Si claro, por acá esta", le dice un hombre y la lleva al pasillo en el que me encuentro.

Me pasan de largo, y alcanzo a oler el perfume de la mujer de los ojos negros, es una fragancia deliciosa.  El hombre busca el libro y se lo entrega.  La mujer agarra el libro con ambas manos y sonríe, como si lo estuviera buscando desde hace mucho tiempo.  Otra vez pasa a mi lado con su perfume.  

Voy a la sección de donde extrajo el libro el  y veo que son puros libros de la premio nobel Alice Munro. Agarro uno, no sé si el mismo que se llevó, leo la contraportada y habla sobre una mujer y el amor.  Devuelvo el libro al lugar, pues creo que ya empezaron a correr los 2 minutos que necesito para llegar a mi destino.

Al salir, la mujer de los ojos negros está pagando en la caja.  Intento mirar el título del libro, pero sus manos lo esconden.