La comida siempre me traerá buenos recuerdos, sobre todo de mis épocas de infancia. Hasta hace sólo un par de meses, me enteré que en los supermercados Jumbo, en la sección de panadería, venden galletas de chocolate.
Debía tener unos 5 o 6 años, cuando me aficione por completo a las galletas de panadería. En un principio la que consideraba la mejor de todas, era la clásica galleta tres ojos, usted sabe, esa que viene con tres huecos (ojos) que dejan ver una mermelada roja o verde y que tienen axucar en polvo por encima. Poco saludables, pero ricas a morir.
Después de eso, mi gusto se volcó hacía las galletas de chocolate, tal vez me aburrió tanto dulce que tenían las otras. En esos tiempos solía acompañar a mi mamá a hacer vueltas al supermercado y a los bancos, pero como no había tanto comercio, nos tocaba caminar mucho.
Para mí era toda una aventura. Recuerdo que siempre bajabamos por una calle que tenía árboles a cada lado, y el piso siempre estaba repleto de hojas secas. Para mí no no había mejor, ni mayor diversión que pisarlas y escuchar como crujian. ¿Por qué será qué cuando crecemos perdemos nuestro nivel de asombro antes los eventos sencillos?
Mi premio al final de cada recorrido, eran un par de galletas de chocolate con una pony malta; en ese entonces el café no había irrumpido en mi vida.
Hoy, cada vez que me como una galleta de chocolate, pasan por mi mente imágenes de esas largas y agradables caminatas con mi madre.