miércoles, 1 de agosto de 2018

Sueños rotos

No sé en qué momento mis sueños se quiebran y pierden una secuencia lógica, pues los que tengo son una mezcla de escenas, sin pies ni cabeza, en donde participan personajes conocidos y desconocidos; digo personajes porque creo que a pesar de que algunos sueños sean muy extraños, no dejan de ser historias. 

En el de hoy, justo antes de que sonara el despertador, me encontraba en Europa. Era en un lugar similar a Bratislava, por el parecido de las locaciones del sueño con las de algunas escenas de la película Hostal. 

Voy caminando por una calle adoquinada con otra persona, un amigo, creo, al que nunca le veo la cara. Vamos charlando y de un momento a otro me encuentro caminando por mi universidad justo en frente de la facultad de música. 

Me quedó mirando a una mujer de pelo crespo y rubio que va bajando unas escaleras y, sin saber por qué, la saludo en alemán “Guten Abend”. La mujer responde con un par de frases fluidas de las que no entiendo ninguna palabra. 

Ella se da cuenta de mi desconcierto y en un español precario, me pregunta “¿Es soltera?”. Cuando termina de bajar las escaleras comienza a caminar a mi lado. “¿Si, soy soltero— le digo —por qué la pregunta?”. 

Me explica a media lengua o en una lengua que solo entiendo en el sueño que lo dedujo por la forma en que la miré. Me da algo de pena, pues no recuerdo si la manera en que lo hice fue lujuriosa. 

El director del sueño corta esa escena y en la próxima ya es de noche. Me encuentro en una fiesta. Supongo que es en un apartamento de un edificio estudiantil y mi amigo ahora está completamente borracho, tendido sobre una cama. Yo, que estoy prendido, deambulo por el lugar, hasta que vuelve a aparecer la mujer que había saludado horas antes; me presenta a dos mujeres rubias de pelo liso largo, facciones finas y ojos de colores increíbles. Las saludo con un beso en la mejilla a una, y a la otra se lo doy andeneado. 

Estamos en una cocina, pero nadie habla, no porque no queramos hacerlo, sino porque nos entendemos a punta de miradas. Me sirvo un licor verde en un vaso y desde otro lugar escucho el inicio del solo de guitarra de Whole Lotta Love. Siempre me hace sentir bien esa canción, así que decido averiguar dónde está sonando. Abandono la cocina y me despido de las mujeres que acabo de conocer, pero esta vez es sin beso ni nada, solo lo hacemos con un ligero movimiento de cabeza mezclado con ese sistema de miradas que tan bien dominamos. 

Encuentro el lugar donde suena la canción. Es un cuarto que solo tiene un televisor muy viejo en el que se ve como Jimmy Page se arquea hacia atrás para arrancarle las notas a su guitarra. El cuarto tiene una alfombra que debió haber sido café oscura algún día y un sofá de color beige. Me quedo en el lugar hasta que se termina la canción y al mirar por una ventana caigo en cuenta que está amaneciendo. 

Cuando me dirijo hacia el lugar dónde creo que queda la salida, me encuentro a mi amigo agarrándose la cabeza con ambas manos pues tiene un guayabo monumental. Alguien hace alguna broma al respecto y, aunque floja, ambos reímos, mientras abandonamos el extraño lugar.