miércoles, 10 de mayo de 2017

Nudo

Hago fila para pagar una bolsa de mandarinas. El supermercado está repleto, y trato de buscar una fila con pocas personas. La creo encontrar y me hago detrás de una señora. 


Cerca de la caja hay un stand con revistas. La caratula de una muestra a Trump, con uno de sus gestos indescifrables, como de dolor de estómago crónico, su cara a veces es un nudo, junto a Melania su esposa. El texto que acompaña a la fotografía es “Melania y Donald Trump duermen en cuartos separados”.

No importa la situación política y el ambiente de polarización en que se encuentra sumido ese país; tampoco que los gringos estén estudiando la posibilidad de agarrarse a bombazos con otros países; lo importante son esas maricaditas a las que les ponemos tanta atención.

Lucho con hacerle el nudo a la bolsa de mandarinas, que está a punto de romperse, mientras intento mantener el paraguas en equilibrio. La señora se voltea y me dice: “señor, hay una caja rápida allá” y señala con su mano hacia la derecha.

No sé por qué quiere que me pase a otra caja si voy detrás de ella en la fila. Le respondo: “¿Cuál?, ¿qué número?”. “La 5” dice. Le hago caso y me paso a hacer fila en esa caja.

Ubicado en mi nueva fila aún continúo sin poder hacerle el nudo a la bolsa. La tomo de los extremos y le comienzo a dar vueltas entre los brazos y se enreda con los cables de los audífonos que llevo puestos. La torpeza de mis movimientos hace que suelte la sombrilla, que se estampa contra el piso.

Delante de mí está una señora pelirroja de edad. Según el atuendo que lleva, creo que trabaja como “señora de los tintos” en alguna oficina; uno de los pilares de cualquier lugar de trabajo. La miro extrañado pues nunca había visto una mujer mayor con ese color de pelo que, al parecer, es natural. Mi nueva compañera de fila parece no tener claro el concepto de caja rápida, pues su carrito de mercado está abarrotado de frutas y varias botellas, tamaño litro, de gaseosa.

El paraguas continúa en el piso. La señora que ocupa el puesto detrás de mí, me lo hace saber: “Señor, se le cayó el paraguas” “Si, ya sé” respondo algo molesto, pero simulo una sonrisa. Unos segundos después, el destino la castiga a ella, pues el paquete de arroz que lleva en las manos cae al piso. “Señora, se la cayó el paquete de arroz al piso” pienso.

Por fin logro hacerle el nudo a la bolsa que tiene un hueco en uno de sus lados pero contiene, con dignidad, a las mandarinas. Me agacho y recojo el paraguas.

Cuando salgo del supermercado me pregunto cuál será el nudo en la relación de los Trump para que tengan que dormir en cuartos separados.