El título de esta entrada es algo pretencioso, pues el significado que encierra la palabra cambio es muy complejo como para tratar de definirlo o hablar de el en tan solo 199 palabras.
"La mayoría de nosotros no cambiamos hasta que no tenemos otra opción,
y las crisis son las que frecuentemente nos obligan a hacerlo. Las crisis
frecuentemente se resuelven a través de una nueva identidad y un nuevo
propósito, bien sea el de una nación o el de un ser humano"
Eso cuenta Rebecca Solnit, una de esas escritoras que vuelve migas mi rebanada de pan, en su libro "La Lejanía Cercana".
Todos deseamos el cambio o cambiar, pero nos aterra tremendamente experimentarlo. A pesar del frecuente bombardeo de todo ese "porno motivacional" que nos habla de nuestro gusto por la zona de confort, que no vamos a obtener resultados nuevos si continuamos actuando de la misma manera como lo hemos venido haciendo hasta el momento, etc. etc. etc. continuamos agarrándonos de ese supuesto orden en el que transcurren nuestras vidas.
Por eso, cada vez que conozco a alguien que le apuesta deliberadamente al cambio y que no espera las cachetadas de la vida para zambullirse en el, me pongo contento y lo celebro.