lunes, 10 de junio de 2019

Maldita opinión

Las opiniones son una porquería, si de algo debiéramos carecer todos es precisamente de ellas; y deberíamos procurar comunicarnos a punta de historias. Ese debería ser nuestro ideal. 


Si se fija usted bien, estimado lector, lo que que he escrito hasta el momento no deja de ser una mera opinión; pretende uno alejarse de ellas pero aparecen por todas partes y nos las apropiamos como si nada. 

Hace un rato estaba escribiendo otro post que titule: “Tener la razón”. Era, es porque aún no he borrado lo que escribí, un texto cargado de rabía y comenzaba así: Nada más nocivo que creer tener la razón. Nada peor que intentar impartir nuestra verdad como si fuera la única, nada… 

Pero después de ese párrafo introductorio comenzaba como a echar indirectas sobre un tema en particular y pues que pereza eso, ¿acaso no?, me refiero a creer tener derecho a decir que está bien o que esta mal, un asunto, el del bien y el mal,  totalmente ligado al punto de vista, es frontera desde donde analizamos cada situación a nuestro antojo. 

No quiero escribir así, solo quiero contar cualquier vaina: un recuerdo, una imagen, algo que otra persona me contó. 

No entiendo, por ejemplo, cómo no escribí acerca de esa viejita que tiene un carrito de dulces en la entrada del hospital Simón Bolivar. Un pariente pasó una temporada en ese hospital, y un día me acerqué a esa señora para  comprar unas galletas de coco, que me parecen un bocado perfecto, pues se encuentran, creo yo, haciendo equilibrio en la delgada línea que divide la comida fit de la comida chatarra. 

Ese día conversé un poco con ella. Le pregunté que qué tal le iba con sus ventas y que cómo había hecho para poder instalar su carrito en ese lugar. Recuerdo que respondió a mis preguntas con desparpajo, mientras ordenaba algunos productos. No me acuerdo de sus respuestas, pero si que ese día el viento soplaba muy fuerte y que la mujer tenía puesto un gorrito de lana peruano. Le di las gracias, me despedí y pensé en escribir sobre ella. Tampoco sé con qué ocupé mi mente esos días, para que su recuerdo aparezca hasta ahora, seguro llené mi cabeza de opiniones.