sábado, 3 de febrero de 2018

Lavar la vida

“Una noche él la encontró inconsciente al pie de la escalera tras
ingerir un frasco entero de somníferos. La muchacha lo agarro
de la muñeca y se negó a soltarlo, así que él la acompaño en
la ambulancia al hospital, donde le practicaron un lavado
de estómago y le salvaron la vida.”
- Joseph Anton –


Hoy leí ese párrafo y me gusto mucho por una razón que pienso explicar unas líneas abajo. No estaba seguro en dónde incluir la cita y finalmente decidí que abriría el post, pues es una escena que lo engancha a uno de inmediato, ¿no?

Uno de los aspectos que más me agradan al leer un libro, son las figuras narrativas y como estas nos hacen sentir bien. La escritora Paula Roque dice que ese recurso del lenguaje es como si dejáramos joyas periódicamente a lo largo de un camino en el bosque, y no tienen otro fin que ayudar a las personas con la lectura.

Las figuras funcionan así de bien, porque parecen estar dedicadas a cada lector, es decir, las asociaciones que cada uno hace, se deben a recuerdos y/o experiencias que nos despiertan alguna emoción,  y que al asimilarla se transforman en algo diferente. 

Ese aparte del memoir de Rushdie me llamo la atención, porque aparte de la fuerte imagen que recrea, cambié la palabra salvaron por lavaron: donde le practicaron un lavado de estómago y le lavaron la vida.” Me pareció un acierto esa frase, y una bonita manera de decir que la mujer se había salvado.

Cuando me encuentro ese tipo de frases que me agradan, las trato de saborear al máximo y leo y releo varias veces. Hoy, al hacerlo por tercera vez, caí en cuenta que la palabra era “salvaron”.

De todos modos, la idea de poder lavar la vida de alguien con alguna acción bien sea física o emocional, me parece chévere. Quizás algún día escriba un relato que tenga que ver con eso.