miércoles, 5 de noviembre de 2014

Trancazo

Todos los trabajos deberían permitir trancazos.   ¿Cuántos alguna vez no le hemos dado un golpe al escritorio cuando algo no sale bien?  Si usted no pertenece a este grupo lo admiro.  A veces, creo yo, un manotazo puede ser lo más liberador, y la descarga perfecta de toda la frustación o rabia que podamos tener en un momento determinado.  Sin embargo es sumamente importante  tener en cuenta la superficie sobre la que se va a dar el golpetazo  y la fuerza que se le imprime al mismo. Lesionarse a causa de un trancazo mal dado resulta ridículo.

los cajeros y baristas deben ser unas personas que llevan a cuestas una inmensa sabiduría, la cual se recuesta en una actitud Zen la mayor parte de su jornada laboral.  Así es que por más que alguien trate de sacarlos de sus casillas  emputarlos, nunca perderan su compostura.

 ¿Cuál es la razón que argumenta mi teoría? es un hecho muy sencillo, ambos puestos requieren a lo largo del día la ejecución de muchos trancazos.  Hoy fui a un banco y al momento de realizar la transacción, pude ver la satisfacción con la que el cajero estampaba los sellos en la factura, un par de trancazos secos y contundentes que seguramente aliviaron todas sus penas o pensamientos confusos del momento.

Por otro lado están los baristas, quienes tienen  la bendición de tener que trabajar con un instrumento que se llama compactador de café.  Cada vez que lo deben limpiar, agarran esa especie de cuchara y le dan unos trancazos violentisímos a una especie de rodillo que se encuentra una superficie metálica.

 ¿A quién no le gustaría dar tal cantidad de trancazos todos los días?