Tengo una mala relación con los pasillos de los supermercados, pues para encontrar el producto que estoy buscando, los recorro de un lado a otro y muy rara vez doy con él; hasta que le pregunto a uno de los empleados que de inmediato y con suma autoridad y firmeza me dice algo como: “2 pasillos más hacia la derecha”.
Hoy fue igual caminé y caminé por ellos y no encontraba nada, hasta que me dio por mirar los letreros que cuelgan del techo que, se supone, indican los productos que uno va encontrar en los pasillos. En ese momento pensé que de esa manera iba a solucionar para siempre mis inconvenientes con la búsqueda de productos, pero no fue así, pues el aviso era ambiguo: “Placeres del mundo”.
Después de un tiempo por fin di con lo que quería llevar y me fui a hacer fila a la caja rápida, que de rápida más bien poco, pues no se movía para nada. Adelante había un grupo de tres amigos: un hombre de pelo largo y barba, otro que hablaba con un acento, de otra región, que no logré identificar y una mujer de pelo negro largo, que tenía puesta una cachucha verde hacia atrás.
Le puse, por un momento, atención a la conversación que sostenían, y uno de ellos, el del acento indescifrable, estaba hablando sobre la endulzada del amigo secreto. Ese hombre decía que lo realmente importante ,para esa dinámica, es el volumen y no el producto; que es mejor comprar X cantidad de kilos de una chocolatina normal, que una caja de Ferrero Rocher, por ejemplo.
La mujer y el hombre de barba se rieron de su comentario, para luego dar su punto de vista. Un aviso de la caja decía que máximo se podían pagar 10 productos, aunque me pareció que el hombre que habló sobre dulces llevaba más.
Mientras la cajera terminaba de registrar los productos, volteé a mirar a la derecha y había unos vasos, los Schott Zwiesel, en promoción. “Perfectos para cualquier ocasión”, es la frase que los acompañaba. Por su nombre, imaginé que eran alemanes, pero, al parecer, la palabra Zwiesel, que relacióné con Zwievel, cebolla, no significa nada, mientras que Schott se traduce como mamparo que, según los eruditos de la RAE, significa: “Tabique de tablas o planchas de hierro con que se divide en compartimentos el interior de un barco.”
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