¿Cuánto tiempo de nuestras vidas desperdiciamos haciendo scroll down? Si lo sumamos con el de otras actividades como esperar un ascensor, estar sentados en una sala de espera, ir en el transporte público, resulta, digamos, inquietante.
Hoy, justo en esas, me topé con una foto de Hemingway. Salia sentado en un sofá y reposaba sobre él un rifle. A su lado derecho estaba, supongo, Mary Welsh, su mujer, quien lo miraba con intriga y cariño a la vez, como pensando: quién es este extraño con la que me acuesto todas las noches al que, de vez en cuando, le digo: "te quiero"; situación que, imagino, ocurre en todas las relaciones.
Mientras observaba la foto me pregunté si esa fue la escopeta con la que se voló los sesos el escritor, pero, sobretodo, me pregunté por qué lo hizo ¿Sera que, de repente, en un día como cualquier otro, de buenas a primeras, tomó la nefasta decisión?
Cuentan que en una mañana de julio de 1961, Hemingway, vestido con su túnica de emperador, como llamaba a su bata, se sentó en una de las salas de su casa y se disparó con su escopeta preferida.
No sabe uno si la condición suicida es un asunto hereditario, pues en su familia también se quitaron la vida su padre, un hermano, también escritor, y su nieta.
Debería leer más de su obra, pues solo he leído: Fiesta y Por quien doblas las campanas, y me hace falta El viejo y el mar, la que catalogan como su obra maestra.
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