jueves, 20 de febrero de 2020

La mujer de mi vida


Hoy en la mañana quería afeitarme. Desde hace más de una semana tenía pendiente la compra de las cuchillas de repuesto para la máquina, pero resulto ser uno de esos planes que se aplazan y aplazan por su falta de peso en comparación a otras ansiedades y manías que se llevan en la cabeza. 

Cuando me acordé de mi compra-no-compra, finalmente decidí ir a hacerla en una droguería cercana. Me puse un pantalón negro de sudadera, busqué unas medias blancas que rara vez utilizo, unos tenis y salí de la casa. 

El hombre que vi reflejado en el espejo del ascensor no se había bañado y tenía el pelo aplastado en unos sectores de la cabeza y ensortijado en otros. ¿Qué más da?, pensé. He visto hombres que van a comprar el pan del desayuno en chanclas y bata a los que, probablemente, no les interesa lo que piensen las otras personas de su aspecto. 

Ya en la calle, pensé en la mujer de mi vida, e imaginé que siente una fuerte atracción hacia los hombres afeitados a ras. Mi aspecto era todo lo contrario. ¿Qué tal si me cruzo con ella?, me pregunté. Seguro cuando me vea, va a pasar de ser la mujer de mi vida a una completa extraña, una de las tantas mujeres que uno ve en la calle cualquier día, concluí, y todo por no haberme afeitado.

Luego pensé que, si me la llegara a encontrar, mi aspecto no importaría para nada, pues si en realidad es la mujer de mi vida, este pasaría a un segundo plano, ya que lo importante es lo que llevo por dentro y no sé qué más chorradas de esas que se inventan para subir la autoestima. 

Mujer de mi vida, si lees esto quiero decirte que ya me afeité a ras.   

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