Me entero, por un amigo, que un escritor sacó un libro a modo de denuncia en contra de Enrique Bunbury, en el que afirma que ha localizado 539 versos en sus canciones, que están hechos con fragmentos de otros escritores como Benedetti, Raymond Carver, Frida Kahlo, entre otros, a los cuales nunca citó.
Leo la noticia por encima y, de ser verdad, me parece descarada la forma en que el músico utilizó los textos de los escritores, pero la verdad nunca he sido fan de su música así que la verdad me importó poco.
Todos, creo, hemos plagiado algo de alguna manera por simple que sea. Yo lo he hecho, a una menor escala y de forma inversa que Bunbury en algunos cuentos que he escrito, utilizando frases de canciones que me gustan.
En el último que escribí, por ejemplo, hay una escena en la que describo como unas ancianas sentadas en la entrada de sus casas observan a los emigrantes que viajan encima de la Bestia, el tren de carga que atraviesa México. Ellas no los saludan levantando los brazos, sino que les regalan una sonrisa que parece decir: “Dios los bendiga en sus viajes”.
“God bless you in your travels in your conquests and querys”.
No Pressure Over Cappuccino, Alanis Morissette.
En otro, “El aprendiz del rastreador del tiempo”, el protagonista se encarga de tomar el tiempo entre los buses de transporte público en Bogotá. Uno de los pensamientos del personaje es: “La vida es una gran pregunta cuando estás mirando el reloj.”
“Life is one big question when you’re staring at the clock”.
40oz. to Freedom, Sublime.
Y en el de Nikolče Drangov, el francotirador Croata, para una escena en que una niña con un abrigo camina hacia el centro de una plaza desierta, bajo la mira del francotirador, adapté una figura que utilizó Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, que me parece bellísima: “Un vestido del mismo color de su piel, que besaba el suelo y la obligaba a dar unos pasitos cortos, unos saltitos de grillo.”
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