sábado, 5 de diciembre de 2020

Pistoleros y muerte

Ayer Me dispararon dos veces. 

Como hacia sol, Aproveché para reclamar unos medicamentos. Cuando iba llegando a la droguería, pasé cerca de un puente que tenía pegado un cartel sobre clases de inglés. Alguien, o el clima, le había arrancado una de las puntas, y ahora el cartel dice: “CLASES DE NGLISH, clases particulares a domicilio. Más abajo aparece un número de teléfono celular. Me pregunto qué tan efectiva es esa forma de promoción, y si alguien, como yo, que ve el cartel. anota el teléfono para llamar al profesor (a). 

Cuando llego a la droguería, el celador que está en la puerta me muestra el termómetro pistola. Freno en seco y extiendo mi brazo para que me apunte a la muñeca. Le pregunto que cuanto marca. “35”, responde serio. Quizá ya está cansado de que las personas le hagan la misma pregunta todo el berraco día, como si fuera un juego. Luego presionó un pedal para sacar gel antibacterial de una botella, pero la sustancia tiene poco de gel, es líquida y lleva un fuerte olor a alcohol. Igual dejo que el chorro del líquido me caiga en la palma de una mano y luego me las restriego con la otra. 

Después de abandonar ese lugar, camino hasta una papelería para comprar unas plumillas y tarros de tinta china. Cuando llego al sitio hay una fila de 5 personas. Me hago al final, y me pongo a chupar sol, porque ninguna estructura da sombra sobre ese costado. 

Atrás mío dos mujeres hablan del clima: 

“Que sol tan picante”, afirma una 

“Es puro sol de lluvia” responde la otra. Se quedan calladas un rato, y cuando comienzan a hablar de nuevo, pierdo interés en su conversación, porque ahora lo hacen sobre un conocido en común, que fulanito esto y fulanito lo otro. No se por qué hablan tanto de fulanito, si ninguna le cuenta a la otra algo interesante sobre él, qué sé yo, un drama de su vida, sino puras generalidades que no tienen nada de carne narrativa. 

Llevo unos 10 minutos y la fila nada que se mueve. Me acerco a la entrada y le pregunto al hombre que está en la puerta, otro pistolero de temperatura, por qué la demora. Me pregunta que a qué vengo y le cuento lo que quiero comprar. “Puede seguir, esa fila es solo para impresiones, vea que ahí en el cartel dice eso, pero es que no leen”, concluye a modo de regaño, y me indica con la pistola donde está el supuesto cartel. Miro hacia donde la dirige, pero no veo nada. 

El hombre me toma la temperatura, le pregunto cuanto marco el termómetro y me dice que 36, un grado más que antes. Tengo entendido que la temperatura normal de los vivos es de 37 grados, no sé a qué se deba mi frío corporal. 

Como no me siento muerto, Le doy las gracias al pistolero y entro a comprar lo que necesito, pero antes de buscar los productos, otra vez me echo gel, más aguado que el de la droguería.

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