De link en link, caigo en el blog de una mujer. El post que leo habla sobre su experiencia con el Covid (Me niego a escribir la covid). En la entrada cuenta cómo cree que se infectó, cómo lo superó y luego da un par de consejos para las personas que están pasando por lo mismo.
Aparte de esa, el blog solo tiene otras dos entradas. Me llama la atención la primera publicación de la mujer, que consiste en una serie de frases sueltas o notas, después de una visita a donde un tatuador. Son frases sin ningún tipo de conexión; más bien pensamientos sobre su experiencia, o sensaciones que le produjo o le dejó el haberse hecho un tatuaje. En una de ellas, por ejemplo, cuenta a qué olía el lugar y los objetos que alcanzaba a ver desde donde estaba sentada o acostada.
Me gustan ese tipo de anotaciones porque así, descriptivas, tienden a estar desprovistas de opinión, entonces uno les puede dar el significado que quiera y apropiárselas según lo que se esté pensando o viviendo.
Quedé con ganas de un relato, porque las notas tenían mucha carne narrativa. A lo mejor, a menos que se tenga en mente otro fin, lo mejor es dejar a las notas quietas y que solo sean lo que son, sin importar si tienen sentido.
En Áves inmóviles, una novela que terminé de leer hoy, el protagonista cuenta que realiza un ejercicio similar, y habla sobre un cuaderno en el que anota frases que le llaman la atención: Pero me daba miedo oír su voz; el estruendo de la cascada; los desaparecieron a todos en una sola noche; las cosas suceden en el mismo orden, incluso las más insólitas.
En un viaje por carretera, el hombre olvida el cuaderno en un restaurante y le da un poco de nostalgia, porque era una costumbre que practicaba desde hace un tiempo, pero luego no le presta mayor atención al asunto y lo olvida.
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