La primera vez fue esta.
Ahora estoy, creo, en una cafetería en el centro de esa ciudad. Hay mucho movimiento de personas que entran y salen del local y meseros que caminan apurados, con bandejas llenas de platos que sobresalen por encima del mar de cabezas, como si estuvieran tomando una bocanada de aire.
Digo creo porque no conozco esa ciudad, pero algo me dice que estamos en ella.
Estoy con Silvana, una mujer que no veo desde que salí de la universidad y otro hombre.
Ese otro hombre, es solo un bulto opaco. Sé que lo conozco, y también sé, no me pregunten cómo, que no tiene ningún lazo con Silvana.
A pocos metros, en otra de las mesas, una mujer lleva puesta una gorra azul. Esta recostada y escurrida contra una pared y lee un libro que tiene apoyado sobre el borde de su mesa y que sujeta con ambas manos.
El hombre, que supongo es un amigo, dice en voz alta : ¡Es Emma Stone¡ y señala a la mujer de la gorra. No para de decir eso, y cada vez lo hace con más emoción: “¡Emma Stone¡, ¡Emma Stone¡”
Stone se quita la gorra y le dice que deje de gritar, que sí que es ella. Resulta obvio que quiere pasar desapercibida y con tanto alboroto del hombre todo el mundo se va a enterar de que está ahí.
Mi amigo le dice que si le puede tomar una foto. Stone le dice que sí y el aprovecha para acercarle una cámara digital a pocos centímetros de la cara. Dispara y el flash ilumina por un segundo la cara de la actriz.
Tiempo después estamos Silvana y yo, solos, en la misma cafetería. Me cuenta que hace mucho no tiene pareja y que le preocupa ya su edad y el paso despiadado del tiempo. Le respondo que yo tampoco.
Nos quedamos en silencio por un rato, rumiando lo que acabamos de decir, y luego le digo que si no conseguimos una pareja en el corto plazo deberíamos convertirnos en una.
Ella se queda en silencio.
Me despierto.
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