viernes, 30 de julio de 2021

Vmñl Nkoj

El escritorio en el que tengo el portátil tiene una bandeja retráctil, donde se encuentra el teclado. Los bordes de los brazos de la silla quedan justo a la altura de la bandeja, y  ya están roídos porque a cada rato les pego con una de las esquinas de la bandeja.

A veces, cuando me siento a escribir, no encuentro una posición cómoda, así que hoy decidí sacar el teclado y ponerlo encima del portátil.

En un arrebato de tipeo el teclado se resbaló y lo agarré a media altura, y le solté un madrazo. Lo que quedó escrito fue vmñl Nkoj, una palabra-no-palabra, con pinta de contraseña.

Podría ser una palabra de algún país de Europa central como la República Checa, esos idiomas con palabras llenas de consonantes, que incluso a veces llevan tilde.

El suceso me desconcentró y pensé que, quizás, el destino de alguna manera me quería dar un mensaje, una señal, pero es posible que entre sus reglas ser obvio esté prohibido, así que tiene que camuflar esos mensajes de alguna manera.

Lo primero que se me ocurrió fue escribir las letras, es decir:  Vemeñe ele Enekaojota, pero después de intentar interpretar el supuesto mensaje cifrado, no pude hacerlo. Así que si el destino tenía algo que decirme, debe ser más claro, porque soy malo para los juegos de palabras. 

Creo que lo único que queda claro es mi torpeza momentánea y que casi estampo el teclado contra el piso.

Una amiga una vez me preguntó, muy seria, que si no creía en las señales.  Le dije que no, que las cosas pasan y ya está, que no hay necesidad de buscarles un significado más allá del práctico.

“Ahh no, yo si creo en las señales y pienso que hay que ponerles atención”, me respondió,  cambió de tema al instante, y no me dejó defender mi punto de vista. 

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