martes, 16 de noviembre de 2021

La mujer que no sentía las piernas

Ese día, parece que fue hace siglos, una pareja de amigos, novios en ese entonces, se fueron del bar para llevar a Laura a la casa porque ya estaba muy borracha. Yo estaba en las mismas y la estaba pasando bien con ella, pero uno de mis viajes a la barra por una cerveza, coincidió con el momento en que mis amigos decidieron llevársela a la casa.

La busqué por un rato y deambulé de un lado a otro del lugar, hasta que por fin la encontré. Me acerqué para darle un beso, pero resulta que confundí a Laura con su prima,  Esta me dijo algo como: "¡oiga,qué le pasa!" y, creo, se aguantó las ganas de darme una bofetada. En mi defensa puedo decir que eran muy parecidas.

"Estoy muy borracho”, pensé en ese momento y tomé la sabía decisión de abandonar el lugar. Dejé la botella de cerveza, a medio tomar, sobre un muro y emprendí mi huida de aquel sitio.

Pero como todo siempre puede empeorar, en la salida trastabillé y terminé en el piso. Uno de los guardias de seguridad del lugar me ayudó a levantarme y me preguntó si estaba bien. Le dije que sí, pero era mentira porque una pierna me quedó doliendo mucho por el golpe que me acababa de dar.

Salí del lugar cojeando y me senté en un muro a esperar a que el dolor pasara un poco.

Mientras estaba ahí, solo, pensando en Laura y con ideas locas, producto del alcohol, una mujer rubia y flaca también se tropezó en frente de mí. Me puse de pie, la ayudé a pararse y a sentarse en el muro que yo estaba ocupando.

La mujer lloraba desconsolada.

“¿Qué te pasa?”, le pregunte.

“No siento las piernas”, respondió. Era claro que su borrachera era mil veces peor que la mía, que, después del malentendido con la prima de Laura y el porrazo que me había dado, ya había pasado un poco.

“¿Y con quién estás?”

“Con unos amigos, pero ya se fueron”. Valientes amigos, pensé.

Y ahí estaba yo en plena madrugada, recuperándome de un golpe, de mi borrachera y con una extraña que no sentía las piernas.

“¿Qué hacemos?”, le pregunté

“No sé respondió…No siento las piernas”, y otra vez comenzó a llorar desconsolada.

Después de un rato la mujer sacó su celular, pero no lo podía manejar. Se lo pedí prestado y le pregunté que a quién quería llamar”

“A mis papás”, respondió.

Marqué el número de sus padres, y me contestó la mamá, pero como la mujer no estaba en condiciones de hablar, le expliqué que su hija estaba con un extraño, sentada a las afueras de un bar y que, para completar, no sentía sus piernas.

La madre me pidió la dirección del lugar, se la di, y me dijo que ya mismo salían a recogerla.

Para ese momento mi borrachera ya se había extinguido y tenía ganas de irme a mi casa, pero dejar sola a esa mujer me pareció una canallada, así que esperé a que llegaran sus padres, contesté el teléfono cuando le marcaron y la ayudé a caminar hasta el carro.

Nunca me volví a ver con Laura.

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