Después de una seguidilla frenética de clics caigo en 11 a.m la canción que más me gusta del álbum Morning View de Incubus. Mientras la escucho me devuelvo a un año al inicio de este siglo, ya no recuerdo cual, en el que viajé a Carolina del Sur a una especie de intercambio.
Yo y un grupo de personas estudiábamos dos días a la semana y en los otros trabajábamos en parques de diversiones. Las noches eran casi siempre lo mismo: Tomar cerveza y hacer fiestas improvisadas en uno de los apartamentos del edificio del campus en el que nos estábamos quedando, hasta que los pocos gringos que habían decidido quedarse ese verano en la universidad y que ocupaban un apartamento en el edificio, llamaban a la policía del lugar para que termináramos la fiesta.
Entonces alguien golpeaba la puerta y cuando uno la abría se encontraba con un hombre alto y fornido, que llevaba puestas gafas negras y que, con frases cortas, nos decía, luego de pedir identificaciones, que no hiciéramos más ruido.
Pero les estaba hablando del Vista Mañanera ¿cierto? Lo que pasa es que como compré ese disco ese verano, siempre me inserta otros recuerdos.
Fue en una semana que tuvimos libre y alquilamos una Van para viajar a Atlanta. Cuando fuimos al lugar donde alquilaban los autos, y como era un viaje de más de 8 horas, yo pensé que debíamos comprar un seguro contra accidente. “Lo pagará usted me dijo M”. “Tan marica”, le respondí, y al final nos llevamos la camioneta así no más, sin seguro ni nada.
Viajamos a punta de mapas, pues no teníamos celulares en ese momento y fue en Atlanta, luego de perdernos por las calles de la ciudad y terminar en un barrio que parecía peligroso, en un centro comercial inmenso que parecía una selva por todas las plantas que tenía, donde compre el álbum en una tienda de Tower Records.
En ese viaje alternábamos el álbum con discos de vallenato, pero recuerdo que desde ese momento identifiqué, en mi humilde opinión, el top 3 de sus canciones: 11 a.m, Blood in the ground y Just a Phase.
En Atlanta nos quedamos en la casa de unos amigos de Ana María, una mujer que decidió unirse a nuestro viaje un día antes.
La casa de los amigos, una pareja, que al final no eran tan amigos de Ana, sino conocidos, quedaba en las afueras de la ciudad y cuando por fin la encontramos P. comenzó a echar reversa para parquear y se llevó el buzón de correo.
Después de un viaje de más de 8 horas sin ningún inconveniente, la luz stop derecha se había rajado con el golpe.
“¿Y cuánto nos va a costar esto sin seguro?”, me pregunté, pero al rato olvidé el asunto y me dediqué a disfrutar del viaje.
A los 5 días, devuelta en Carolina del Sur, cuando fuimos a dejar la camioneta en el lugar de alquiler de carros, listos para asumir una deuda, la mujer que atendía nos firmó un papel y sin revisarla nos dijo: "parquéenla allá”, señalando un espacio libre en el parqueadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Un comentario a $300 dos en $500