Trato de conectar algunas ideas y poco a poco me voy dispersando. Abro unos archivos de notas, y al final decido ir a internet.
Caigo en las garras del correo electrónico y luego, por el link de una newsletter, entro a YouTube.
Estoy perdido, nada que hacer. La red me absorbe por completo. Pero si de distraerse se trata, debo hacerlo bien, así que me esmero en la tarea y de clic en clic caigo en una presentación de Alicia Keys.
Entre canción y canción, la artista conversa con el público, les cuenta que ha pensado últimamente y por qué la canción que va a tocar a continuación es importante. Por su forma de ser relajada, parece andar envuelta en una nube de tranquilidad, y todo lo que dice tiene pinta de verdades absolutas, de axiomas de vida.
Hacia el final (minuto 23) toca Falling.
Me asombra el sentimiento con el que canta y los melismas que hace con su voz. Parece que en cualquier momento se va a desbaratar, que su cuerpo no va a aguantar tanta mezcla de emociones y va a explotar, fundirse o convertirse polvo en la silla del piano.
Y es que se nota que no va con rodeos, que en cada nota que toca lo deja todo y que su expresión facial de ojos cerrados contiene la verdad de la vida, o por lo menos la de ella; que tiene claro cuál es su papel en el mundo.
Cuando canta parece que todo cobra sentido, que la vida, en medio de todo, no es tan puñetera como parece.
Imagino que de eso se trata vivir bien. De no guardarse nada, de dejarlo todo en la cancha, en las relaciones, el instrumento, en la hoja, en el puesto de trabajo, en el lienzo que cada uno tenga, independiente de lo que se haga o el trabajo que se realice.
Desbaratarse como estilo de vida.
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