De pronto no sirvo para esto de la escritura. Recuerdo que una vez una mujer preguntó en Linkedin: ¿A que qué edad comenzaron a escribir de verdad y publicaron su primer libro?
Tuve muchas ganas de dejarle un comentario, de mencionarle que si existe una escritura verdadera, también debe existir su contraparte, la falsa. O si no ¿qué nombre llevarían estas palabras, sin nunca van a ser publicadas?
No lo hice porque me da una pereza infinita interactuar con desconocidos en redes sociales, y más que eso me aburre armar polémica. Pero como el tema no dejaba de rondarme la cabeza, escribí una columna en la que hablaba sobre la escritora Sara Jaramillo Klinkert y la forma en que escribió su segunda Novela Donde Cantan las ballenas.
Klinkert terminó de escribir esa novela una choza con vista hacia el mar, un lugar perdido, sin señal de celular a varios kilómetros a la redonda. Su meta era permanecer en ese lugar hasta que se le acabara la comida.
Eso, renunciar a casi todo para dedicarse a la escritura, debería llamarse escribir de verdad. A la larga, lo de publicar libros es un efecto secundario de la escritura, pero nunca, creo, debe ser el fin último.
Si no conquistáis la ingenuidad, tampoco lograréis escribir bien.
Mis alumnos por lo general no quieren escribir bien, quieren ser escritores.
– La vida a ratos –
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