miércoles, 8 de enero de 2025

Laura, la soñadora

Laura estudió derecho con un amigo. No eran muy cercanos, pero por algún motivo se habían conocido. Mi amigo me contó sobre ella y me dijo que me la iba a presentar porque a ella también le gustaba leer. Él tenía fe de que nos enredáramos solo por el hecho de que a ambos nos gustaba leer.

Ya no recuerdo bien como hablamos por primera vez, si fue en una salida en conjunto con mi amigo o él me pasó su teléfono; el caso fue que un día la llamé y quedamos en ir a tomar cerveza y comer algo. De ahí en adelante ese siempre sería nuestro plan: comer, casi siempre era sushi, y luego ir a un pub, pedir un par de jarras de cerveza y hablar hasta que nuestros temas de conversación se agotaran.

Hablábamos de libros, autores preferidos y de nuestras familias y nuestros sueños o metas por cumplir. También sobre su gusto por la escritura: años atrás Laura había tenido un blog en el que escribía todos sus sueños de forma detallada. Me contó que no tenía problema en recordar lo que soñaba a no ser de que se acostara muy cansada. Le dije que quería leer alguna de sus entradas, pero me respondió que ya había cerrado ese espacio virtual y que no había vuelto a escribir nada.

Me acordé de ella, porque leí lo siguiente en una novela: “Solía deslizar el dedo por los lomos hasta que alguno me llamaba la atención por su color, su forma o el sonido del título. Entonces lo abría y leía el último párrafo”.

Laura tenía un ritual algo similar y es que siempre que comenzaba a leer un libro, lo primero que hacía era ir al final para leer última palabra de la novela”. Le pregunté que por qué lo hacía y me dijo que por ninguna razón en particular, sino que era algo que se le había ocurrido hacer una vez y que luego se le volvió costumbre.

Por Laura conocí a Bolaño. Ella había leído los Detectives Salvajes y me contó que le había gustado mucho esa novela. Un día, antes de encontrarme con ella, pase por una librería y pregunté por ese libro, pero del escritor chileno solo tenían 2666. Era una edición costosa, en pasta dura, que me llevé a la ciega sin ni siquiera leer un párrafo de forma aleatoria. Fue una novela que me costó muchísimo terminar de leer porque los capítulos me parecieron eternos. Todavía sigo sin leer los Detectives Salvajes.

Después de un par de citas con ella,  traté de convencerme de que me gustaba y  también de intentar algo con ella más allá de una amistad, pero luego de un par de insinuaciones vi que no había interés alguno de su parte.  Luego nuestras salidas se comenzaron a espaciar hasta que dejamos de vernos.

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