lunes, 30 de diciembre de 2019

Sirenas y ladridos

Estoy cansado y pasa lo de muchas veces: no sé qué escribir. Acudo entonces a lo que ocurre en este momento: un perro ladra como loco en el edificio de parqueaderos que está al lado y, al parecer, nadie le presta atención porque lo sigue haciendo. Está desesperado. 

Hace un momento una ambulancia pasó por la calle e iba con la sirena prendida, por un par de segundos los ladridos del perro fueron opacados por ese sonido, para volver a aparecer cuando ese ruido quedó fuera de mi rango auditivo. 

¿Quién iba en esa ambulancia?, ¿Llevaban a un paciente en estado crítico o apenas iban a recogerlo? La situación, cargada de drama, da para escribir un cuento, incluso una novela. Cualquier situación da para contar grandes historias, solo que no les prestamos suficiente atención. 

Imagine usted, querido lector, a La ambulancia andando a mil por las calles desoladas de la ciudad, esquivando los pocos carros que se encuentra. Es una escena cargada de drama que estaría bien para ser el clímax, y a partir de ahí mirar cómo se podría a contar la historia hasta llegar a ese momento cumbre. 

Imaginemos por un segundo al conductor. Concentrémonos en la gota de sudor que resbala por su frente que, aunque molesta, él no seca porque tiene agarrado el volante con las dos manos, el pie presionando el acelerador a fondo y la mirada fija en la calle. Sabe que cualquier movimiento en falso, cualquier descuido podría acabar en un accidente. El, como todos los conductores de ambulancia, ha oído hablar de Gutiérrez, ese conductor que murió junto a sus compañeros de turno y un paciente luego de estamparse contra un bus. 

Espero que el conductor que paso hace un rato llegue sano y salvo a su destino. Es un giro que puede tener la historia. Ya miraremos donde le podemos inyectar drama y conflicto sin matar a nadie.

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