lunes, 5 de abril de 2021

Dormir

Me despierto a las 4:00 a.m, al parecer, sin ningún motivo. Siempre que ocurre eso escaneo mentalmente mi cuerpo a ver si puedo identificar algún dolor o sensación que haya interrumpido mi sueño. Esta vez no identifico nada, de hecho, nunca lo he logrado.

Doy media vuelta e intento volver a dormir, pero fracaso en el intento. Decido echar globos y antes de ponerme existencial, estiro la mano para tomar mi celular y dedicarme al fino arte del scroll down.

Siento que he perdido facultades para dormir.

Hay personas que se vanaglorian por dormir poco, y sacan pecho diciendo que no necesitan más de 5 horas de sueño. Dicen ellos o otros, no sé — mejor digamos algunos , que para qué dormir si hay tantas cosas por hacer en la vida, es decir, si hay que vivir, signifique lo que eso signifique.

Una vez viajé con unos amigos a Cartagena y un día les propuse hacer una siesta después del almuerzo. Eso que dije fue como si les hubiera echado la madre, y uno de ellos, a modo de poeta, respondió: “Para dormir la eternidad”.

Siento que hace mucho no duermo seguido esas 8 horas reglamentarias de las que tanto se habla, que siempre me despierto antes de que suene la alarma que programé en el celular, incluso cuando me acuesto en la madrugada y creo estar agotado.

Una vez, saliendo de un episodio de migraña, visité a una acupunturista y luego de la cita dormí 11 horas seguidas. Ha sido uno de los mejores sueños de mi vida; todavía recuerdo la sensación de descanso apenas desperté.

Ojalá fuera más como mi hermana que se duerme con una facilidad increíble cada vez que se lo propone.

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