sábado, 30 de septiembre de 2023

Dejar de escribir

Llevo varios días sin escribir acá.

El motivo de mi ausencia ha sido una mezcla de aburrimiento y malestar general. Apenas pienso en escribir me da una pereza infinita de hacerlo.

Mientras estoy echado en la cama, mirando pal techo, se me han ocurrido muchas ideas. Hay quienes dicen que también se escribe cuando no se escribe. Que el simple hecho de tejer fantasías en la cabeza vale como escritura. No sé, a mi me parece una idea romántica y pienso que escritura solo hay una: poner una palabra delante de la otra.

También me ha pasado que he preferido leer antes que escribir. Eso me recuerda lo que cuenta Rosa Montero en su libro La loca de la casa, sobre el ensayo Letra Herida de Nuria Amat.

Amat le propone a los escritores una pregunta cruel: "¿Si tuvieras que elegir entre no volver a escribir o no volver a leer nunca jamás, ¿qué escogerías?" Yo lo tengo claro. Escogería la primera opción. Montero también, y a modo de juego le ha planteado la misma pregunta a los escritores con los que se encuentra. Cuenta que por lo menos el noventa por ciento, o incluso más, escogen la lectura sobre la escritura.

“Dejar de escribir puede ser la locura, el caos, el sufrimiento; pero dejar de leer es la muerte instantánea.”, concluye la escritora española y estoy completamente de acuerdo. Antes de ser escritor uno es lector, y un lector que quiere ser escritor, debe ser un lector voraz, "desbordado por la ansiosa hambruna de palabras", anota Montero. 

Como la lectura es tan importante en nuestras vidas, Montero concluye que la muerte también es lectora. De ahí la importancia de andar siempre con un libro en la mano, porque si te topas con ella en el transporte público, por ejemplo, y ve el libro, se interesa más por él, se distrae y te deja en paz.

viernes, 22 de septiembre de 2023

Bola curva

Hace poco la vida me lanzó una bola curva y no he agarrado el bate.

Estoy mirando qué hacer con ella. Lo ideal sería batearla, marcar un Home Run y sanseacabó el asunto, ¿no? El punto es que no ha llegado ese momento, apenas viene hacia mí la condenada.

Es extraño porque a ratos la olvido por completo y en otros momentos siento una angustia tremenda, la maldita incertidumbre me come la cabeza y me pregunto: ¿qué carajos voy a hacer?

Así que, para no echarle más leña al fuego, por el momento he decidido no actuar o como leí hace poco: ajustarme el cinturón de seguridad y dejar que caigan las hojas del calendario.

La filosofía china del Tao llama Wu Wei a esa conducta, a ese no actuar, que dista mucho de no hacer nada. A grandes rasgos consiste en resistir los embistes del mar de la vida, hasta que la marea se calme.

Eso hago entonces: esperar a que la bola curva esté a una distancia prudente para hacer swing con el bate y mirar si la impacto o la vida me hace strike, ¿qué más da?, igual no sería el primero que me como.

Mientras tanto leo, creo que es algo que se me da bien, ¿a quién no? Seguro a alguien que no sepa hacerlo, en fin. El punto es que Leer y escribir, y también dibujar, son actividades que no dejan que me desfase hacia atrás ni hacia adelante. Me anclan al presente.

Bien lo dice Pedro Mairal en un artículo: Escribir me ayuda a estar, a estar bien, pero bien significa presente, estar bien ahí, bien plantado, estar muy, estar plus, estar más, hiper estar.

De eso, creo, se trata todo, de Hiper estar en la vida, sino que lo hemos olvidado.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Escritura verdadera

Continuo con mi racha de sequía creativa. Me dan ganas de escribir y cuando me siento a hacerlo  ningún tema se me viene a la cabeza. Esto me obliga a repetirme, a tocar este tema una vez más, a contarles que no tengo idea sobre qué escribir, y estoy casi seguro que lo repetiré en un futuro.

De pronto no sirvo para esto de la escritura. Recuerdo que una vez una mujer preguntó en Linkedin: ¿A que qué edad comenzaron a escribir de verdad y publicaron su primer libro?

Tuve muchas ganas de dejarle un comentario, de mencionarle que si existe una escritura verdadera, también debe existir su contraparte, la falsa. O si no ¿qué nombre llevarían estas palabras, sin nunca van a ser publicadas?

No lo hice porque me da una pereza infinita interactuar con desconocidos en redes sociales, y más que eso me aburre armar polémica. Pero como el tema no dejaba de rondarme la cabeza, escribí una columna en la que hablaba sobre la escritora Sara Jaramillo Klinkert y la forma en que escribió su segunda Novela Donde Cantan las ballenas.

Klinkert terminó de escribir esa novela una choza con vista hacia el mar, un lugar perdido, sin señal de celular a varios kilómetros a la redonda. Su meta era permanecer en ese lugar hasta que se le acabara la comida.

Eso, renunciar a casi todo para dedicarse a la escritura, debería llamarse escribir de verdad. A la larga, lo de publicar libros es un efecto secundario de la escritura, pero nunca, creo, debe ser el fin último.

Si no conquistáis la ingenuidad, tampoco lograréis escribir bien.

Mis alumnos por lo general no quieren escribir bien, quieren ser escritores.

– La vida a ratos –

lunes, 18 de septiembre de 2023

En automático

Hace tiempo que no dedico ningún espacio del día a pensar sobre qué escribir. Por eso cuando me siento en el escritorio, hay ocasiones en las que me cuesta un montón arrejuntar unas cuantas palabras.

Lo de pensar sobre escribir puede sonar arrogante, pero no es así. No es que busque temas trascendentales o que le vayan a cambiar la vida a alguien después de leerlos, sino puede ser cualquier cosa: un recuerdo, algo que vi o que me paso en el día.

De pronto ocurren pocas cosas en mi vida. Me pregunto si será mejor vivir rápido o despacio. Los budistas, imagino, dirían que mejor lo segundo y les doy la razón. Hay que aprender a bajar los cambios.

Todo esto para decirles que busqué cinco palabras aleatorias para escribir algo relacionado con ellas y me salieron: Dañado, receta, reproductor, golpe y lento.

Cuando estoy muy en la mala de temas, acudo a la escritura automática, que es como vomitar palabras, sin importar si el texto que logro tienen mucho sentido o no.

Hace poco estaba viendo televisión y se fue la luz. Todos los aparatos electrodomésticos de la casa se descargaron con un sonido de golpe seco. Por un segundo pensé que algunos se iban a dañar. Solo imagínense si uno fuera un aparato que recibe corriente todo el día y de repente se la cortan sin avisar. Debe ser traumático. Con razón que algunas rupturas amorosas son devastadoras, ¿acaso no?, en fin.

Pienso en la nevera y los alimentos que guarda. ¿Cuánto tiempo pueden durar sin refrigeración? Llego a la conclusión que tendría que ser un apagón muy berraco, uno de días, para que se malograran.

También pienso en la receta de torta de manzana que tengo pegada en la puerta de la nevera. Es una preparación a la que le guardo mucho cariño, porque fue de las pocas que aprendí y perfeccioné durante la pandemia. Me recuerda a la torta de manzana que vendían en la librería Prólogo, cuando tenía su sede en la calle 97.

También me viene a la mente el gran apagón que cuentan, ocurrió en Nueva York.  Buscando en internet, me enteró de que fue  en 1977, duró 24 horas y desató el caos en esa ciudad.

Si algo bueno tiene que se vaya la luz es que nos obliga a vivir más despacio. Es uno de los pocos momentos en los que la vida se hace más lenta, parece que todo se puede apreciar con más calma. Tal vez lo mejor que puede pasar es que el celular este descargado cuando eso ocurra.

Cabe anotar, estimado lector, que no se me ocurre como incorporar la palara reproductor, pero ¿para qué forzar las cosas? Seguro que existirán mil formas de relacionarla con algo de lo que he escrito, pero siento que voy a llegar al punto final y no se me va a aparecer ninguna idea; un apagón en el cerebro.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Dicen cosas

Dicen varias cosas sobre mi cuento. Una de ellas es que está bien escrito, pero que le hace falta una historia. “¿Cómo?”, me pregunto. De ser así perdí el tiempo y solo es un arrume de letras. Puede que sea cierto.  A veces uno no da pie con bola con lo que escribe y ya está. En esos casos no queda más que probar a ver si la edición lo mejora o, si está muy mal, borrarlo todo y olvidarse de lo que se escribió.

Es el cuento sobre el día de la ejecución de un hombre en el corredor de la muerte. C. dice eso de mi cuento pues siente que le hacen falta flashbacks, que necesita saber más acerca de Baxter Jones, el presunto asesino, y el crimen que cometió.

Los únicos apartes en los que voy al pasado son diálogos que el narrador recuerda de conversaciones que sostuvo con Jones. De resto, en cuanto a estructura, es un cuento simple: El guardia lo narra en primera persona y se deja claro desde el principio que Jones va a morir y Billy, el guardia, narra todo el procedimiento con lujo de detalle.

Le digo a C. que lo escribí de esa manera, porque si me pongo a hurgar en la vida de Jones, el cuento se descontrola y se me sale de las manos, pues la historia daría para una novela y es un cuento de meras 6 páginas.

Rosa Montero dice que las novelas ofrecen más lugar para la aventura, un viaje más largo, un territorio en el que cabe casi todo, mientras que los cuentos ayudan a salir de bloqueos creativos y pueden ser una especie de sonda lanzada hacia un nuevo campo de expresión.

Dicen cosas, hay que hacer caso de algunas y olvidar otras.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

La vidente

A veces miro la bandeja de spam, pues pienso ¿qué tal que un email que me va a cambiar la vida esté en esa carpeta por X o Y motivo?, así que le doy una hojeada rápido, para convencerme siempre de lo mismo: la inexistencia de ese email.

Sin embargo, hoy hay uno que me llama la atención. Su remitente es Clara, una vidente en línea.

Luego de dar clic en él, Clara me cuenta que hoy es mi día de suerte y que tengo derecho a sus servicios de clarividencia 100% gratis. Ya decía yo que algo bueno debía sacar de perder tiempo mirando la carpeta de spam.

Hay un botón que dice “Ver más”, ¿qué tal que el correo de Clara sea el que he estado esperando, el que me va a cambiar la vida? Me digo que de pronto es así, pulso el botón y caigo en una ventana de chat.

La mismísima Clara me saluda y me cuenta que me estaba esperando. Luego dice que está teniendo un presentimiento, ¿qué será?

“Bogotá… ¿Esta ciudad significa algo para ti?”, me pregunta. Caos, pienso responderle, pero no me da tiempo y me dice que quiere hacerme un regalo: una predicción gratuita. Además, va a revelarme cuál es mi piedra o cristal de protección.

Me pide perdón por no haberme preguntado mi nombre y me lo pide.

“Juan”, escribo en el chat y de inmediato me pide mi fecha de nacimiento. Es rápida esta Clara, o bien, la tiene clara.

Me pide un minuto para averiguar cuál es mi piedra de protección y escribe que me enviará la información tan pronto interprete mis datos.

Se demora menos de un minuto haciendo esa interpretación, y me informa que mi piedra de luz es el Lapislázuli.

Al ser esa mi piedra, Clara dice que soy una persona particularmente sensible, con capacidades extrasensoriales en mi interior (las imagino en el estómago, ¿dónde más?). También dice que soy una persona recta, honesta, y fiel en la amistad.

Concluye que al entrar en contacto con el lapislázuli voy a incrementar mi entendimiento de los demás. Y voy a poder tomar control absoluto de mi vida.

Antes de despedirse Clara me cuenta que debo exponer la piedra a los rayos lunares y tenerla cerca para aprovechar su energía.

martes, 12 de septiembre de 2023

Isabel Allende es mala escritora

No lo digo yo. Lo dijo Roberto Bolaño hace unos años, cuando la escritora fue nominada en 2002 al premio Nacional de literatura en Chile: “Me parece una mala escritora simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea escritora, es una escribidora”.

La palabra escribidora no está en el diccionario de la RAE, pero Google dice que significa mal escritor. Según Bolaño, Allende desvirtuaba las letras chilenas.

No entiendo cuál es el afán de criticar a los demás. ¿Acaso no es mejor concentrarse en el trabajo que uno hace y ya está? A mí me gusta como escribe Isabel Allende, y sostengo mi postura ante mil Bolaños.

Otra vez el algoritmo me bota al escritor Chileno, y no paro de leer comentarios de personas que lo idolatran, que era un grande, un dios de la literatura, etc. Pero vuelvo y repito, a mí me costó un trabajo infinito terminar de leer 2666 y aunque digan que es su obra cumbre no me enganchó.

De pronto fue por la expectativa que tenía de ese autor o porque no debí comenzar por ese libro. Puede que sea eso, que para encontrarle el gusto a un escritor, quizá sea necesario leer su obra en un determinado orden, o simplemente no me gustó y ya está, qué sé yo.

El punto es que no puedo con la superioridad moral de nadie por más grande que, se supone, sea.

Pero bueno tampoco es para amargarse tanto, ¿no? Bolaño estaba en todo su derecho de despotricar sobre quien le diera la gana y si eso pensaba de Isabel allende pues ni modo.

Al final ella saldó el asunto con algo que dijo en una entrevista: “la literatura es subjetiva. No puedo pretender gustarle a todo el mundo, eso es imposible”.

lunes, 11 de septiembre de 2023

Brazo tieso

Leo una novela en la que una mujer está en estado de coma, pero es consciente de lo que ocurre a su alrededor. No sé si es sea posible o si es una licencia de ficción que se da la autora.

Mientras leo no puedo evitar recordar la vez que desperté en un cuarto de hospital, luego de haber estado en cuidados intensivos, por culpa del accidente que me dejó el amable recordatorio.

Era muy temprano cuando abrí los ojos y todo estaba en silencio. La cortina estaba abajo, pero era muy delgada y la luz del sol alcanzaba a filtrarse e iluminaba la habitación.

Recuerdo el blanco del lugar, las paredes, las sábanas, todo era de ese color o todos los objetos parecían desprenderlo. Moví mi brazo y mano derechos y cuando iba a mover el izquierdo no pude. Me concentre casi hasta nivel Jedi, pero nada, ni un solo dedo se movió; el brazo seguía tendido sobre la cama como un objeto inanimado. Al poco tiempo me entré que el accidente me había causado hemiplejía.

Al poco tiempo me aburrí de concentrarme para hacer mover el brazo y lo deje ser. También me recuerdo que pensé: “Bueno, al parecer estoy en un hospital y algo muy grave me pasó, pero si estoy aquí me van a cuidar y me voy a recuperar.

No sé de dónde salió ese positivismo tan bárbaro, pero doy gracias de que fuera así, porque si me hubiera echado a la pena, seguro no me habría recuperado tan rápido.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Alma en pena

Hoy me pasa lo mismo: me siento a escribir tarde. Disculpen ustedes que me repita.

Hay días, como este, que se van por entre un tubo. Parece que solo estuvieran conformados por un par de horas, en vez de las 24 reglamentarias. Cuando hablo de que me pasa lo mismo, también me refiero a que no tengo ni idea sobre qué escribir. Por otro lado, también tengo ganas de leer antes de que este día, de solo un par de horas, se acabe.

Hace un rato tenía la puerta del cuarto abierta y se escuchaban ruidos en la cocina. Las casas crujen mucho por la noche. Creo que lo sonidos provienen del congelador de la nevera, o puede que no sea así porque a veces los sonidos son como si alguien se diera un trancazo contra un mueble.

Puede ser que en este momento un alma en pena o un fantasma (¿son lo mismo?) o quién sabe qué, se esté paseando por la sala, esperando a ver qué incauto se atreve a investigar de donde proviene los sonidos. Se jodieron porque no voy a ser yo. Por eso me caso con la idea del congelador. A veces es bueno autoconvencerse de cosas para no sufrir. De cierta forma es mentirse, pero las mentiras también hacen parte de la vida, ¿acaso no?

Ahora un perro ladra. Créanme, es verdad. Podría ser una salida barata para escribir otro puñado de palabras, pero uno de esos animales no se cansa de hacerlo. Dicen que los perros presienten cosas paranormales, entonces puede ser que el animal le este ladrando al alma en pena que hace un rato estaba en la casa.

Sea como sea, no tengo ganas de ir a averiguar si es así. El cuarto como trinchera.

Los mantendré informados.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Baldado de agua fría

El discurso del cura en el funeral me parece sensato. No habla de forma mística, ya saben, sobre la eternidad y esas cosas, sino que dice que siempre que ocurre una muerte es uno de los momentos más desconcertantes, y que entonces llegan las preguntas: ¿Por qué?

Me hace pensar en el sentido de la vida. ¿Será que tiene alguno?, me pregunto. Llego a la conclusión de que la vida no es más que recibir un baldado de agua fría detrás de otro y que no tiene mucho sentido y que en vez de disfrutar los breves instantes de felicidad, nos la complicamos al tratar de racionalizar todo, de hacerlo entendible.

Pienso en algo que dice el narrador de Temblor la novela de Rosa Montero, que le sigue los pasos a Agua Fría, su protagonista:

“Apenas si somos una mota del polvo cósmico, un minúsculo accidente dentro del caos universal, y, pese a ello, hemos entablado un combate a muerte de nuestra voluntad contra el azar”

“Lo que nos humaniza, lo que nos diferencia de los animales, es precisamente esa desfachatada ambición de ser felices. De controlar nuestras vidas y convertirnos en nuestros propios dioses”

Me acuerdo también de algo que dice Sándor Márai en sus diarios: “La vida es casual, no tiene sentido ni utilidad alguna. La muerte es la consecuencia inevitable de la casualidad, y tampoco tiene sentido ni utilidad.

Pero bueno, ¿para qué matarse la cabeza a punta de preguntas? Imagino que lo que debemos hacer es vivir la vida lo mejor que podamos, teniendo muy en cuenta las primeras líneas de La Carne, otra novela de Rosa Montero.

“La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir”. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y efímero, que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor”.

martes, 5 de septiembre de 2023

10.37 p.m.

Estoy cansado. Por eso no me esfuerzo en buscarle un título a este post y me limito a ponerle la hora en que comienzo a escribirlo.

Tenía pensado escribir algo, lo que fuera, más temprano, pero me puse a editar un cuento que, si no estoy mal, va en su cuarta versión. Ahí se me fue el tiempo. Trata sobre un preso condenado en el corredor de la muerte y narra el día de su ejecución.

El cambio más drástico que le hice fue hacia el final, cuando le preguntan al asesino si tiene algo por decir. El hombre se queda callado unos instantes y cuando parece que no va a decir nada, finalmente dice algo.

La frase que tenía la considere simple, no sé, pensé que sería algo que una persona en esa situación no se le ocurriría decir. En resumidas cuentas, necesitaba una línea que agregara un poco de drama. Ojalá lo haya conseguido. A veces uno siente que una frase está bien y es una completa basura, y otras que uno cree que no funcionan terminan gustándole a las personas, en fin.

Ahora son las 10.45 p.m. y no se me ocurre que más contarles. Me acordé de algo más: Mañana tengo un funeral y me dan una pereza infinita esos rituales. Uno se debería morir sin tanto bombo. Siempre le pongo atención a lo que dicen los curas en esas ceremonias y me parecen mensajes encriptados que solo entienden ellos. Hablan mucho sobre la eternidad y otro poco de conceptos abstractos que, me atrevo a pensar, no son tan efectivos contrarrestando el dolor que sienten los familiares.

También está esa frase de Dale señor el descanso eterno, que considero de película de terror.

Tal vez debería escribir un cuento sobre eso. Qué se yo, podría tratar de un cura que está harto de su trabajo y que repite lo mismo siempre, aunque no cree ni media palabra de lo que dice.

10.57p.m

Hasta mañana.

lunes, 4 de septiembre de 2023

De las pequeñas cosas

Así se llama un libro de Antón Arrrufat, un escritor cubano.

Apareció en el trasteo y, al parecer, como su no nombre lo indica, es un libro que habla sobre cosas que pueden pasar desapercibidas. Por lo menos eso es lo que me induce a pensar los títulos de algunos capítulos que leo al azar: El álbum, El blanco, El juego de dominó, La glorieta.

Me gusta que tenga la palabra cosas en el título. Una vez oí decir a una mujer que es tutora de escritores, que está mal utilizarla. Si mal no recuerdo, decía que era una salida simple, que evidenciaba un mal uso del idioma, pero hay cosas que deben tildarse de cosas, disculpen ustedes a redundancia.

No me gustan esos consejos determinantes sobre cómo debe ser la escritura. En un taller de escritura que tomé, por ejemplo, el tallerista decía que, si uno enviaba un manuscrito a una editorial, con muchos adverbios de modo terminados en mente, era descartado de inmediato.

No lo sé, no soy lingüista. Puede que sea verdad, pero me gusta pensar que el lenguaje es moldeable y flexible y que debe haber una manera para cometer tal “error” en un texto.

En fin, me desvié del tema, de la cosa en cuestión, el libro de Arrufat. Imagino que lo leeré pronto, pero quién sabe cuando será. La rapidez con la que me antojo de libros que quiero leer es inversamente proporcional a mi velocidad de lectura.

Si no estoy mal, creo que el libro me lo regalo L. luego de ir de vacaciones a ese país. No sé por qué no lo leí en ese momento y luego lo olvidé, pues siempre trato de hacer eso, es decir, de leer los libros que me regalan y que a mí no se me habría ocurrido comprarlos porque no conocía al autor o porque de primerazo no me llamaba la atención. Pienso que es un acto de confianza y afecto por parte de quien lo regala.

Ya les contaré cómo me va con la lectura que, repito, espero que sea pronto.