lunes, 31 de mayo de 2021

Cómo escoger una lectura

No tengo ni idea. Gracias por leer…

Mejor dicho, lo que quiero decir es que yo no cuento con ningún método.

Ayer comencé a leer los diarios de Sándor Márai, porque me gustan mucho los diarios de los escritores y Millás los recomienda en La Vida a Ratos, su diario novelado, junto con La Tentación del Fracaso, los de Julio Ramón Ribeyro.

Le hago mucho caso a todas las recomendaciones que hace Millás. Me gusta mucho su estilo de escritura, y pienso que en lo que él ha leído debe haber una clave, algo que, a diferencia de él, muchos lectores han pasado por alto, y es muy probable que yo también.

El caso es que por eso tenía en la mira los diarios de Márai.

Ayer eran las 11:30 p.m. Tenía sueño, pero todavía algo de energía para prolongar la vigilia.

Las opciones eran claras: Leer un poco o clavar la cabeza en la almohada.

Me decidí por la primera, pero quería leer algo que no sobrepasara media hora de lectura, pues considero que leer más allá de la medianoche es un posible punto de no retorno, y que de capítulo en capítulo se llega a la madrugada como si nada.

El Kindle decía que iba a gastarme 27 minutos de lectura, casi siempre es un poco más, en el capítulo de una novela y un tiempo similar en otro libro que es un ensayo extenso.

En ese momento me acordé de los diarios de Márai, y como está compuesto por entradas cortas, decidí comenzarlo.

Espero que el libro me sacuda bastante. La introducción dice: “Es un testimonio apasionante y profundamente conmovedor de un hombre decidido a enfrentarse sin ambages con la muerte”.

viernes, 28 de mayo de 2021

Derrotar a la pereza

Logro evacuar temas pendientes en la mañana, y destino la tarde para escribir un artículo.

Después de reposar el almuerzo, me siento en el escritorio, tamborileo el teclado con la yema de los dedos, pero ninguna idea se me aparece por la cabeza.

Entonces intento reciclar un escrito viejo, pero aparte de hacerle unas modificaciones flojas, no logro arrancarle más palabras al tema.

Cierro el documento. “¿Y ahora qué?”, pienso.

Viene a mi mente, a manera de salvavidas, Lenguaje poético, un texto que comencé a redactar en 2018 sobre el lenguaje africano Bambara, que se habla en Mali.

La idea de esa pieza surgió, porque leí un cuento de una neoyorkina que prestó servicio de voluntariado, con la agencia Cuerpos de Paz, en ese país.

El cuento trataba sobre la llegada de una segunda esposa a un matrimonio, y la manera en que se acoplaba a la pareja previamente establecida.

Lauren, su autora, utilizaba muchas expresiones en Mali, y eran fascinantes porque eran cortas, de no más de 3 palabras, pero estaban llenas de significado.

Pensé que había desarrollado más ese texto, pero no fue así. Lo leí dos veces y también decidí abandonar el documento.

Ahí estaba, de nuevo frente a la hoja en blanco.

Me di cuenta que estaba tratando de huirle a la historia del urinario de Marcel Duchamp, que quería contar desde hace unas semanas, pero la pereza de escribir algo desde cero me estaba ganando.

De alguna manera me le planté desafiante a la no escritura, me puse a leer artículos y comencé a escribir.

Entré, imagino, en ese estado que los psicólogos llaman “flujo”.

Me divertí mucho escribiendo.

jueves, 27 de mayo de 2021

Huérfanos

Cinco libros, huérfanos de biblioteca, descansan, uno sobre otro, sobre la repisa de mi escritorio.

El que los sostiene es uno fuerte y vigoroso, tanto por su su prosa como por su volumen: Todos los cuentos de Raymond Carver.

Ese lo extraje de la biblioteca hace unos días, porque con unos amigos hicimos un club de lectura de cuentos. Empezamos con La Virgen de la tosquera de Mariana Enríquez, y a mí me tocó seleccionar el siguiente.

La colección de cuentos de Carver la leí hace muchos años, pero hubo una historia, La Brida, que me marcó, porque está llena de significado.

El libro que está encima de ese es: “La niña Alemana”, que tiene una primera línea brutal: “Voy a cumplir 12 años y ya lo he decidido: mataré a mis padres.” Ojalá algún día se me ocurra un comienzo tan impactante.

A ese le sigue “Dónde va la coma”, un libro corto de redacción, que hace rato no leo, y al que necesito destinarle una hora, estimo, para acabarlo.

Veo como el separador sobresale, abro la página en la que voy, y veo que me quedé en la definición de la coma explicativa e y.

Luego está La casa de los espíritus de Isabel Allende, un libro que me gané en un intercambio de libros, porque una amiga llevó dos libros para intercambiar. Al final nadie había reclamado ese, y me dijo que si quería, me lo podía llevar. ¿Cómo decir no ante semejante ofrecimiento?

El último, el que corona la torre de libros huérfanos se titula Laura. Un libro corto en Alemán, que me regaló mi tía cuando fui a visitarla.

Yo le dije que mi conocimiento de ese idioma es muy básico, pero ella insistió en que es fácil de leer, y que con ese fue el que dio sus primeros pasos en ese idioma, que ahora domina casi a la perfección.

En la primera hoja ella escribió:

Für Juancho
Frohe Weinachten
San Nicolas.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Juzgar libros

“No juzgues un libro por la portada”, dicen.

La frase, pienso, debería ser más general: “No juzgues”.

Pero bueno, si de juzgar libros se trata, confieso que yo muchas veces si lo hago por la portada, es decir, que si me llama la atención, hay una mayor probabilidad de que los hojee.

A veces, muy pocas la verdad, voy a la fija, sabiendo cuál libro es el que voy a comprar.

En ocasiones como la Feria de Libro, adopto una actitud vagabunda, y me paseo por los pabellones a punta de feeling, digamos literario, esperando que algún libro me llame la atención.

Lo primero que debe tener, para que me enganche, es una portada llamativa. Luego reviso el título a ver si me despierta curiosidad. Por último, lo abro en cualquier página y leo un poco a ver si el estilo del autor(a) me convence.

Así descubrí a Juan José Millás, mi autor favorito, cuando me topé con su libro Articuentos Completos.

Hasta ese momento no tenía ni idea quién era; apliqué mi método y el párrafo que leí me hizo reír mucho. Luego de eso me enteré que escribía para el diario el País, después supe que era un novelista consagrado y comencé a leer toda su obra.

Ese descubrimiento también me llevó a explorar la obra de Rosa montero, que también escribe para ese diario.

Otras novelas que compré de la misma forma fueron: El Hombre que murió la víspera de Sergio Ocampo Madrid, y Como los perros, felices sin motivo de María Castilla.

También tengo debilidad por las portadas de la editorial Seix Barral. No suelen ser nada del otro mundo, sino fotos sencillas, pero tienen algo, quizás un aire vintage, que hace que me llamen la atención.

martes, 25 de mayo de 2021

Julieth

Wer bist du?
Ich bin Julieth

Woher Kommst du?
Ich komme aus Kolumbien

Esto fue lo primero que anotó Julieth en su cuaderno de Alemán.

Era de estatura baja, pelo rubio, ni muy gorda ni muy flaca, y hablaba francés perfecto porque su abuela le había enseñado ese idioma desde pequeña.

La característica que más recuerdo de ella eran sus carcajadas. Reía fuerte, con muchas ganas, pero no como esas personas que simulan estar contentas, sino que cuando ella lo hacía, era porque en verdad algo le había parecido gracioso y lo celebraba de esa manera.

Un día, a punto de finalizar un curso de alemán, le pedí su cuaderno para desatrasarme en un tema y me quedé con él. No sé por qué nunca se lo devolví.

Si no estoy mal, creo que viajó y por eso no nos volvimos a ver.

Si a alguien le tenía que pedir prestado los apuntes era a ella. Siempre me asombró el orden con el que los tomaba, a diferencia de los míos que eran erráticos, e incluso ininteligibles.

Para los títulos, Julieth utilizaba un esfero morado y para el resto uno negro.

Su escritura,  a diferencia de la mía, de trazo calmado y formas redondas,  no dejaba ver ningún tipo de afán, y hacía pensar que ya conocía el idioma, y que eso era lo que le daba tiempo para escribir de forma ordenada.

Hojeo el cuaderno rápido, y todos las hojas son igual de pulcras.

Su última anotación es:

Sich Freuen auf:futuro
                      über: pasado.

lunes, 24 de mayo de 2021

Tres besos

Estoy en el conjunto de mi hermana.

Después de almuerzo decido leer y voy a un lugar que tiene unas mesas con parasoles.

Ya en el lugar, una de las mesas está ocupada por un hombre y una mujer que charlan animadamente, sin tapabocas, y que están a menos de dos metros de distancia el uno del otro.

“Buenas tardes”, digo. A veces no sé dónde almaceno tanta decencia.
“Buenas tardes”, responden de forma cansada, como si las creyeran malas.

Me hago en otra mesa, lo más alejado posible y comienzo a leer.

La conversación de la pareja me distrae, porque la mujer suelta una carcajada por cada cosa que dice el hombre. Detecto una situación de cortejo.

Decido dejar de leer para chismosear la conversación de la pareja, amigos con derechos o lo que sean.

A la distancia que estoy, el ruido del tráfico en la calle no me deja oír bien que es lo que dicen. Además, a veces bajan el volumen de su conversación como si lo que dijeran fuera un secreto, o como si se hubieran dado cuenta de que estoy poniendo atención.

La mujer ríe otra vez.

Ahora el hombre, que lleva una barba poblada, una sudadera blanca con líneas negras a los lados y unos tenis, blancos también, toma una de las manos a la mujer.

Parece que quiere decir algo serio, pero la mujer evade el tema y habla sobre los tenis que lleva el hombre.

“A ti te gusta mucho la marca adidas, ¿cierto?”, le pregunta

“Sí”, responde, “tengo 60 sudaderas”.

Intento volver a la lectura, leo dos páginas y la mujer vuelve a estallar de risa.

Levanto la mirada y el hombre todavía le sostiene la mano

“Yo estoy muy enamorado de ti, y creo que, si lo intentamos, cada día me enamoraría más”.

Le mujer se queda en silencio, como tratando de digerir la confesión amorosa que acaba de escuchar.

Responde algo que no alcanzo a escuchar, pero al rato se levanta, toma la cara del hombre con ambas manos, y le zampa uno, dos, tres besos en la boca y luego vuelve a sentarse en la su silla, como para que no vaya a pensar que está enamorada.

Una nube tapa el sol y comienza a hacer frío.

Abandono el lugar.

jueves, 20 de mayo de 2021

El Cobrador

Imaginemos la existencia de un hombre de apellido Lara. Démosle nombre: Camilo.

El señor Lara piensa que no le ha ido bien en la vida, y que esta le debe cosas, algo; no sabe precisar bien qué. Considera que las personas deben darle el lugar que se merece en el mundo, para dejar de sentir que está en desventaja cuando se compara con sus pares.

En últimas y de acuerdo con el refrán, Lara siente que no solo son sus escupitajos los que le caen en la cara, sino los de todas las personas.

Los sujetos como él, llenos de odio, son peligrosos. Ya nos lo contó el escritor Rubem Fonseca en su cuento El Cobrador.
 
El protagonista siente que todo y todos, la vida misma, el cosmos, digamos, están en deuda con él:

Digo, dentro de mi cabeza y a veces para afuera, ¡todos 
me las tienen que pagar! Me deben comida, coños, cobertores, zapatos, 
casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben.

Me deben escuela, novia, tocadiscos, respeto, sángüich de mortadela 
en el bar de la calle Vieira Fazenda, helado, balón de futbol.
- El cobrador -

Para nuestra fortuna el señor Lara, que puede ser un familiar cercano o un compañero de trabajo, o esa persona que camina a nuestro lado por la calle, no ha llegado a tal punto, pero ahí va, acumulando odio de a poquitos.

Uno de sus pasatiempos favoritos es cazar peleas con perfectos desconocidos en las redes sociales, personas con las que nunca ha tratado en su vida, pero por las que siente una envidia descomunal.

Confiemos en que su válvula de escape siga siendo ese espacio virtual.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Posturas

Estoy en una sala de espera y le rindo honor a su nombre: espero.

Saco el Kindle, lo prendo y me pongo a leer.

Elijo el volumen 3 de los diarios de Anaïs Nin. Antes me había leído el volumen 4 y me pareció fascinante, porque Nin hablaba mucho sobre escritura, pero en estos, me parece, se enfoca más hacia el psicoanálisis y algunos pasajes son pesados.

Me meto en la lectura, la disfruto, y en medio de eso cruzo la pierna derecha sobre la izquierda, pero luego de unas cuántas líneas me canso de esa postura, descargo la pierna derecha en el suelo, me invento un ritmo y le doy a un bombo imaginario por un rato, hasta que decido cruzar la pierna izquierda sobre la derecha.

Pero esa postura tampoco la considero adecuada, entonces me escurro en la silla y estiro las piernas.

Sigo leyendo y encuentro fascinante una de las tantas posturas de Nin.

Dice que a medida que el estado del mundo empeora, es cuando ella busca, de forma intensa, crear un mundo íntimo en el que ciertas cualidades se deben preservar.

Hace una comparación con un tal Dr. Jacobson, y dice que si él lucha contra las enfermedades de los pacientes que atiende, y no puede hacer nada más que eso, ella siente que tampoco puede hacer nada más contra la epidemia de odio en el mundo.

Por eso busca uno desprovisto de dolor y horror, para aferrarse a una isla de humanidad, sin importar lo pequeña que sea.

Su postura tiene que ver, quizá, con lo que hablaba el otro día, acerca de la necesidad de amputarse la realidad.

martes, 18 de mayo de 2021

Speed King

La historia se repite. Me pongo a escribir acá tarde, cansado y con pocas ideas.

Además de eso, tengo pocos tiempo para hacerlo, más o menos quince minutos, porque quiero ver un programa de televisión.

Algunos podrán decir que no tiene sentido escribir de afán, que nada como dedicarle a un escrito todo el tiempo que sea necesario, y sí, tienen razón.

Si les llevo la contraria es es porque pienso, como ustedes ya saben, que si dejo de escribir, el curso de la vida, y aclaro, no solo la mía, se puede despiporrar, y no quiero que me vengan a echar las culpas de sus desgracias.

Mi agrupación de rock favorita es Deep Purple;  de ahí el título de este post.

Hace muchos años compre un disco compacto de esa banda, un concierto inédito en el que tocaban esa canción. El sonido era pésimo, pero la grabación era una rareza, y tenía otras canciones que nunca le había escuchado en vivo a la banda.

En Speed King hay un momento en que Ritchie Blackmore, el guitarrista, tiene un duelo con Jon Lord, el organista. En ese momento el sonido del bajo y la batería bajan, y se le da protagonismo a los duelistas.

En ese concierto del que les hablo Gillan dice en ese momento: "Speed King is someone who can sing in a hundred miles per hour."

Para este tipo de ocasiones, a mí me gustaría ser una especie de Speed King de la escritura.

lunes, 17 de mayo de 2021

Electrodomésticos y dólares

Me llega un mensaje a mi celular, destinado a una María.

En él, Amanda, su prima, me cuenta que saliendo de Ecuador la agarró la policía y, a manera de dato curioso, menciona que le salió una orden de captura; vigente, aclara.

Pero eso es lo de menos, pues lo que de verdad importa es que el conductor de un camión, que no se dio cuenta de su captura, suponemos, siguió adelante.

Ese pobre hombre, del que no sabemos nada—queda claro que hace falta contexto, ¿quién es?, ¿qué tipo de relación tiene con Amanda?—, no sabe dónde ni a quién entregar la mudanza.

Amanda me dice que su nombre es Jhon, y me da su número de teléfono para que lo llame.

Luego, sin ningún tipo de transición y sin partir el párrafo, suelta la siguiente bomba: “lo que te voy a decir no lo cuentes a nadie en la lavadora van 320 mil dólares recupéralos como sea prima”

La frase que cierra el mensaje es: “Me van a quitar el celular apenas pueda te llamo Chao”

Cualquier junkie de la gramática, dirá que el mensaje es un desastre en lo que a puntuación se refiere, pero me imagino a la pobre Amanda, acurrucada en una esquina de su casa, justo donde estaba la lavadora, tecleando a toda velocidad, mientras los policías se acercan para capturarla.

Le cuento a mi hermana sobre el mensaje y le digo que me gustaría conversar con ese tal Jhon, pero me dice que no le preste atención, que ella en días pasados también lo recibió, pero los dólares iban dentro de un equipo de sonido.

¿Pueden creerlo? 640 mil dólares andando por ahí, sin nadie que los reclame. Es una lástima.

sábado, 15 de mayo de 2021

De pensamientos y otras cosas

No pensaba escribir nada hoy, pero de un momento a otro me dieron ganas, y me senté a hacerlo o, más bien, a no hacerlo.

Llevo más de 10 minutos mirando y no mirando la pantalla, es decir, perdido en mis pensamientos. Digo perdido porque no me detengo en ninguno en particular, sino que solo los dejo pasar y ya.

Estoy de pie en cualquier esquina de mi cabeza, y ahí van los pensamientos con las manos en los bolsillos, caminando de afán y mirando hacia los pliegues del cerebro, cada uno con sus afanes, y dispuestos a activar quién sabe que patrón de conducta o a tirar de alguna palanca emocional.

Entonces escribo y no escribo, me ubico en la zona de 1 – escritura, su complemento, su contraparte, ese otro lado que tienen y necesitan todas las cosas, para poder ser lo que son.

No hago más que mirar la pantalla y ver como el cursor titila de forma impaciente. Espera a que yo escriba algo, lo que sea, porque es la única forma en la que puede descansar unos míseros segundos.

“ ¿Para qué me invocó?”, pregunta.

Estampo mis dedos en el teclado:

Uiyhoefcguifyg

Ahí tiene su sacrificio de letras, para que no moleste más.  Suficiente tiene uno con no saber qué escribir. 

Afuera se escuchan carros que transitan de forma veloz. y también escucho música de gaitas y tambores a lo lejos; yo le pongo a unas 3 cuadras.

Ahora viene en camino un estornudo. Se desarrolla más rápido de lo esperado, pero alcanzo, como dictan los cánones del buen manejo de estornudos, a amortiguarlo con el pliegue del codo.

El estornudo, ejemplifica bien eso de que después de la tempestad viene la calma.

jueves, 13 de mayo de 2021

Sin conocimiento

Un día, Julio Martínez se levantó sin nada de conocimiento en su cabeza.

Sabía que había estudiado economía, pero no recordaba ningún concepto.

No le prestó atención al asuntó, pues creyó que era algo pasajero, y se metió a la ducha, seguro de que un chorro de agua fría lo terminaría de despertar.

Cuando salió del baño, su situación era la misma: no sabía nada práctico para desenvolverse como un “profesional”.

Sentado en la mesa de la cocina, levantó la tasa de café con la mirada perdida en un punto en la pared. Su mujer, que leía el periódico; en un momento lo bajó y se dio cuenta de lo abstraído que estaba. “¿En qué piensas?”, le preguntó.

Martínez odiaba esa pregunta. Él, a diferencia de la mayoría de personas, siempre la respondía con la verdad.

“Se me olvido todo, no sé que tengo que ir a hacer a la oficina”, dijo.

“Déjate de bromas—le respondió su esposa—, seguro estás nervioso por la reunión que tienes hoy con la junta directiva. Tranquilo, todo te va a salir bien”

Todo te va a salir bien, “que frase tan zonza y falta de argumentos”, pensó Martínez, pero igual sonrió, apuró su café y salió a la calle, como todos, a estrellarse con la vida.

Cuando encendió el motor de su carro, tuvo miedo de no acordarse de la ruta a la oficina, pero no tuvo inconveniente alguno en llegar a la sucursal del centro.

Luego de parquear, y de camino a los ascensores, saludó a todas las personas con las que se encontraba por su nombre, y recordó conversaciones pasajeras que tuvo con ellos un par de días atrás, pero seguía sin acordarse que era lo que hacía.

Cuando abrió la puerta de la sala de juntas, todos los puestos de una mesa ovalada estaban ocupados por hombres de gestos serios, igual de oscuros que sus trajes.

En el ambiente flotaba un tufo dulzón, mezcla de todo tipo de perfumes y lociones para después de afeitar.

Martínez sintió náuseas y contuvo la respiración.

Sabía que su intervención era la que abría la reunión. Se sirvió agua en un vaso, tomó un sorbo, y buscó quemar tiempo con sus palabras.

“Señores, los noto muy tensos, les propongo que hagamos unos ejercicios de respiración”. Los ejecutivos lo miraron consternados, pero siguieron sus indicaciones, se pusieron de pie e inhalaron y exhalaron cinco veces seguidas.

Martínez nunca supo si esa dinámica de emergencia fue la que le devolvió su conocimiento, o parte de este, pero a pesar de algunos vacíos e ideas inconclusas, que camufló con chistes flojos, salió bien librado de su intervención.

Luego, su conocimiento fue llegando poco a poco, hasta que, cree, lo recuperó por completo.

Desde ese día, cada vez que se enfrenta con cualquier tema, nuevo o viejo, prefiere pensar que no sabe nada.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Cafés pendientes

Imagino que mi escritorio y todo lo que tiene encima es como echarle la madre al feng shui.

Sí, esta desordenado y, aclaro, no es algo de lo que me enorgullezca. Pienso que es uno de esos desórdenes que guardan cierto orden, o que se deben preservar por alguna razón que la vida no me ha revelado.

O puede que no, que lo que acabo de decir sea una simple excusa para justificar mi desorden.

Para no pensar en orden o desorden, volteo a mirar hacia la derecha, y al lado de un payaso de madera que compré en un mercado de las pulgas, hay un arrume de tarjetas que fui acumulando en varios eventos de networking.

La montaña de tarjetas esta liderada por una de Cinemark Elite Gold, que suena, pienso, a pertenecer a un escuadrón de misiones especiales.

Luego vienen unos post it pequeños que tiene como nombre task manager, pero casi nunca utilizo esos papelitos de colores, pues anoto las cosas en ellos e igual se me olvidan. Finalmente, están las tarjetas.

Estimo que deben de ser más de 80, y que equivalen a 80 conversaciones, apretones de manos, sonrisas, en fin cualquier dinámica para conocer de forma escueta a una persona, en 10 o menos minutos.

Supongo que muchos de esos intercambios de tarjetas de presentación se sellaron con un: “tenemos que tomarnos un café”, quizás, una de las frases más ultrajadas de nuestro idioma.

Es posible que esas tarjetas también signifiquen 80 oportunidades de negocio perdidas, pero quitémosles ese halo comercial a esos cartoncitos y pensemos, más bien, en esos cafés que quedaron pendientes.

Es posible que haya dejado escapar al amor de mi vida.

martes, 11 de mayo de 2021

De filas y tarjetas de crédito

Me acerco a una caja, en la que solo hay una persona, para pagar un juego de vasos de vidrio. “Que afortunado soy”, pienso, pues en el lugar hay bastantes compradores como para dar con una caja desocupada.

Apenas me pongo a hacer fila, tanto la mujer como la cajera me señalan dónde debo hacerla. Cuando volteo a mirar el lugar que me indican, veo que hay más personas haciendo una fila, que aparenta ser larga por las medidas de distanciamiento.

Justo después de que me ubico en la fila, se acerca una mujer, con una tabla, para tomar notas, en sus manos, a ofrecerme una tarjeta de crédito.

Me pregunta que si ya la tengo o que si ya me la han ofrecido. “Si, no”, respondo, dándole a entender que ya tengo tarjeta y que no quiero otra.

Contraataca.

“ ¿pero por qué no?” mire que con esta tarjeta bla bla bla bla”. Nuevamente le dijo que no me interesa, acepta mi respuesta y me dice que ya sabe dónde la puedo encontrar si cambio de opinión.

´Sonrío; un gesto que camufla un : “no la voy a buscar nunca señorita”.

Atrás un hombre habla por teléfono y le dice a su interlocutor: “Lo mejor es que renuncies a ese trabajo de mierda, muy bueno el sueldo y todo, pero no hay derecho; renuncia.”

Volteo a mirarlo y el hombre que acaba de dar ese consejo tan tajante, lleva una camisa con una figura de Yoda que dice: “Yoda says just relax”.

Eso es lo que dice el Yoda de su camisa, pero yo lo veo incómodo, tenso, como si el trabajo de su amigo o amiga, le preocupara más a él.

Mientras pienso en eso, otra mujer se acerca a la fila y le ofrece una tarjeta de crédito al hombre que no le hace caso al consejo del Jedi. Le pregunta que si tiene tarjeta de crédito y responde que no. Por el tono de voz, me parece que miente y solo se la quiere quitar de encima.

La mujer no se rinde: “pero mire que tener nuestra tarjeta de crédito sería bueno para que comenzara a crear su historial crediticio”

“No, gracias”, responde el hombre en un tono serio que camufla un: “no me joda más”.

La mujer se retira y ahora es mi turno de pagar en la caja.

lunes, 10 de mayo de 2021

La migaja

Los fieles lectores hipotéticos de este blog, ya deben saber que mi escritor favorito es Juan José Millás, al que he citado varias veces acá y en otros lados.

Admiro mucho a Millás, porque me deslumbra su capacidad creativa; la facilidad, como escribí hace unos días, con la que se amputa la realidad y se blinda de ficción y fantasía por todos lados. Esa, creo, es una de las opciones para hacerle frente a todos los absurdos que propone la vida, en fin.

Les hablaba de Millás, de cómo ve pasar una mosca y a partir de ese simple hecho es capaz de escribir una pieza brillante. De hecho la crónica que abre su libro “Vidas al límite”, se titula: “Biografía de una mosca”, y en ella relata la vida y obra de Catalina.

El escritor menciona en el prólogo, que su libro se enfoca en lo ordinario, y no por ello menos peculiar que hay en cada existencia concreta.

Esto, imagino, tiene algo que ver con lo que menciona en su novela La vida a ratos: “En el taller de escritura, hablamos de dónde buscar el significado. Les digo que en la periferia de la realidad. Si no está allí, no está en ningún sitio. De ahí que el escritor no deba mirar nunca donde le dicen que mire”.

Escribo sobre esto, porque miro una migaja de galleta que está encima del escritorio. No sé cuanto tiempo lleva allí. ¿horas, días meses?

Supongo que en su existencia, a pesar de la ausencia de consciencia, hay una historia que espera ser narrada, porque como alguien dijo alguna vez, “la vida es un relato en busca de narrador”.

sábado, 8 de mayo de 2021

Amor fugaz en el lecho del río

Recuerdo que en septiembre 29 de 2012 estaba recostado en mi cama viendo televisión.

Una prima me llamó, porque tenía entradas para el concierto de lanzamiento de Pueblo Alimaña, el álbum de las 1280 almas, en el teatro Jorge Eliecer Gaitán.

“Paso con Kike en media hora y te recojo”.

Me puse de pie, me alisté y esperé su llamada para bajar.

Ya en el teatro, nos ubicamos en la parte alta de este.

Hay ocasiones en las que uno se enamora de forma fugaz. Me refiero a esas veces en las que uno ve por primera vez a una persona que, por alguna razón, lo atrae fuertemente, y entonces, en cuestión de segundos, uno se imagina toda una vida al lado de ella.

Yo no sabía que ese día me iba a ocurrir eso, pues casi siempre me pasa cuando voy caminando por la calle o en el transporte público.

Hacia el final del concierto Fernando, el cantante, pronunció un par de veces su tradicional: “Alegría y rock and roll”, y presentó la siguiente canción: El lecho del río.

Dijo que hacía mucho no la tocaban, porque les hacía falta apoyo.

Ese apoyo eran tres coristas. Y luego de que salieron al escenario, me enamoré fugazmente de la de la mitad.

Corista del top rojo. Si por alguna razón caes en este escrito, quiero que sepas que te quise con locura esos 5 minutos que te vi.

Llegábamos a viejos juntos y vivíamos en una casita de campo en las afueras de la ciudad y, en esa fantasía, éramos muy felices.

“En barco yo te veo pasar
me dieron ganas de llorar
porque no te podía seguir
y tuve que dejarte ir”
- El lecho del río -

jueves, 6 de mayo de 2021

Guion

“Hola amigo. ¿Hola amigo? Eso suena
Aburridor. ¿Tal vez debería darte un nombre?
Pero eso es una pendiente resbaladiza. Solo estás
En mi cabeza. Tenemos que recordar eso”.

Ese es el inicio del guion de Mr. Robot. Me acordé de esa serie por todo el protagonismo que ha ganado Anonymous, el colectivo de hackers, en estos días.

Después de ver el primer capítulo, descargué el piloto del guion, porque me sorprendió, y quise repasar algunas citas de diálogos de los personajes, que me habían parecido grandes aciertos de Sam Esmail, el guionista.

Hoy volví a él porque me puse a echarle cabeza a todo el tema de las redes sociales; a esa necesidad  a veces malsana, quizá muchas, de figurar.
,  
Para figurar, imagino, es necesario ser alguien, tener y dar una opinión, y curar todo el berraco día esa persona online que queremos proyectar, para así evitar la crítica, en fin, todo un desgaste de energía, ¿no?

Todo esto me hizo acordar la frase “para evitar las críticas, no digas nada, no hagas nada, no seas nada” que, según internet, se le suele atribuir a Aristóteles, pero que le pertenece al escritor Elbert Hubbard, pero internet dice tantas cosas que vaya uno a saber cuántas son ciertas.

Mejor volvamos al guion. Les decía que hoy volví a él, porque precisamente habla sobre eso de curar la imagen, pero no encontré ese pedazo.

Pero adivine, estimado lector, quién me lo facilito. Es correcto, gana premio: Internet.

“Destruimos partes de nosotros mismos todos los días. Eliminamos nuestras 
verrugas con Photoshop. Editamos esas partes que odiamos de nosotros y modificamos 
las  que creemos odia la gente. Curamos nuestra identidad, la tallamos, la destilamos”.
- Mr. Robot -

miércoles, 5 de mayo de 2021

Apofis, el dios del caos

En la mitología egipcia, Apofis era un dios, en forma de serpiente, que representaba a las fuerzas del mal del inframundo egipcio. Era el encargado de atacar a Ra, el dios Sol, y causaba los eclipses solares.

Hoy la vida nos lo trae en otra presentación: un asteroide de más de 300 metros de diámetro y que pesa millones de toneladas, exactamente 2,1×10 a la 10 kg.

Mientras comemos, dormimos, tenemos sexo, en fin, mientras hacemos cualquier cosa, desde lo más banal a eso que creemos es extremadamente complicado y necesario para nuestras vidas y las de los demás, esa roca gigante va viajando por el espacio a la medio pendejadita de 45 mil kilómetros por hora.

Pero tranquilos, no hay de que preocuparse. De acuerdo a cálculos científicos, la serpiente galáctica hará su aparición en 2029 y se descachará en darle a la tierra por 37000 kilómetros.

El locutor del video que veo, tiene un tono serio de voz, pero a veces le inserta picos de angustia, como queriendo decir: “va a pasar lejos, pero quién sabe si cambie su trayectoria y nos convierta en polvo”.

Al final, como para no alarmar a quienes hayan caído en el video, menciona que, de acuerdo a los cálculos que se han realizado, no necesitaremos de ningún Bruce Willis que viaje al espacio para ponerle una bomba al asteroide.

Al final como para que uno se quede pensando, el locutor recalca que podemos estar tranquilos con Apofis, pero que el verdadero problema es que en el espacio siempre hay una piedra más grande que las que ya se han descubierto, y que va viajando por ahí, mirando qué se lleva por delante.

martes, 4 de mayo de 2021

La realidad

Francisco Domínguez trata de habitar más la ficción que la realidad. Vive inventando mundos y contándose historias que a veces rayan en fantasías casi incontrolables. Para hacerlo, considera necesario desconfiar de la realidad, digamos, amputársela.

A veces se pregunta si no debería prestarle más atención a lo real, a su matrimonio, su trabajo, sus hijos, en fin, todo lo que lo rodea, pero cuando intenta interactuar en ese plano, lo siente estropeado, y que las personas solo buscan el conflicto; que si él dice negro, al instante alguien sale a insultarlo y exigirle que debe escoger el blanco; así con todo: ser de izquierda o derecha, norte o sur, frío o caliente, en fin, es como si el mundo viviera inmerso en una constante dicotomía donde solo se permite seleccionar un extremo o el otro.

Hace poco leyó una frase que le caló por completo: “la realidad no es del todo real. Por eso comete tantos excesos para que nos la creamos”.

Cree que ahí está el meollo del asunto, que le prestamos demasiada atención a la realidad y los reveces que nos da. Cree que una de las claves de la vida, si es que existe alguna, es entrar y salir de la realidad deliberadamente; frecuentarla y no habitarla por completo, pues nos puede llevar a la locura, ya que su funcionamiento nunca es el mismo.

Una vez, mientras esperaba ser atendido en un consultorio médico, se puso a hojear una revista “Muy interesante”, un ejemplar viejo con hojas amarillentas y a punto de descuadernarse. Mientras escaneaba las páginas de forma rápida, sus ojos leyeron un titular: “¿Es real lo real?”, y decidió leer el artículo.

Este decía que no hay una realidad como tal, sino que cada humano hace una interpretación de sus vivencias y de lo que ve, una especie de realidad unipersonal

La realidad, amigo, es un espesamiento de la imaginación como 
a voz es un espesamiento del aire."
- Papel mojado

lunes, 3 de mayo de 2021

Otra vez

10:13 p.m. aquí 5:14 a.m. en Madrid.

Otra vez me pasó lo mismo. Tuve un día ocupado y no pensé qué escribir en ningún momento.

Igual muy pocas veces lo hago, pero siempre, cuando llega este momento, me arrepiento, pues aparte de escribir también quiero leer, ver televisión o mirar pal techo e intentar descifrar el significado de la vida, en fin, lo que sea que uno pueda hacer a las 10 de la noche un día cualquiera.

Pienso que si tuviera claro qué escribir, despacharía este post rápido y podría hacer otra de las actividades que mencioné.

Debería escribir a primera hora de la mañana como lo hace Murakami, pero es que el escritor, ya tiene una rutina muy definida y se levanta temprano a escribir y trotar, o a trotar y escribir, ya no recuerdo bien, pero el orden de los factores no altera el producto, el suyo, que es escribir.

Cuenta, en su libro “De qué hablo cuando hablo de correr”, que nada se compara con trotar ligeramente por la mañana, escuchando el álbum Reptile de Eric Clapton.

Pero es que Murakami es novelista y se dedica exclusivamente a eso.

Siempre ese berraco “pero” intentando justificar las excusas que uno se inventa, ¿no?

Les contaba cuál era la hora en Madrid, ¿cierto? Han pasado 16 minutos y allá ya son las 5:29 a.m.

Me gusta imaginar que tengo un doppelgänger en cada ciudad del mundo. Espero que el de esa ciudad española sea bueno madrugando y que lo primero que haga cuando se levante, luego de prepararse un café, claro está, sea escribir.

También espero que no se olvide de sus otros dobles, y que nos mande buenas energías para que las palabras fluyan de forma fácil mañana.

sábado, 1 de mayo de 2021

2 recuerdos

Tengo una cita médica. De camino al consultorio, salto de un pensamiento a otro sin prestarle mucha atención a ninguno. Estoy y no estoy, si me permiten la contradicción.

El carro en el que voy toma una carrera y sigo en la misma tónica de pensamiento, hasta que paso por enfrente de un edificio de color verde y vidrios oscuros.

Recuerdo que una vez, presenté una entrevista de trabajo ahí. Quién sabe qué habré dicho en esa ocasión, y cómo traté de mostrarme como el candidato perfecto, intentando responder de forma sensata a las preguntas que me hacían.

Imagino que uno, por más que trate, no se muestra tal como es en una entrevista de trabajo. No faltará el que diga: “No, yo me muestro tal cual como soy y digo lo que pienso”, pero tal vez la personalidad se vea afectada de forma inconsciente, al querer dar una buena impresión; no sé, solo digo.

Al año de presentar la entrevista, volví a ese edificio para reclamar la liquidación, porque renuncié a ese trabajo.

Juego con ese recuerdo varias cuadras, hasta que comienzo, como lo venia haciendo antes, a saltar de una idea a otra sin ningún propósito.

Cuando el carro toma una calle, llega otro recuerdo: María Angélica. Esa era la calle para llegar a su casa. La conocí en el matrimonio de un amigo, salimos por 4 meses, pero la relación no funcionó y dejamos de vernos.

La última conversación que tuvimos frente a frente fue un poco dramática, y fue el fin de semana en el que se celebraba amor y amistad.

Ahora prefiero no hacer nada en esa fecha, porque siempre me pasa algo cuando intento celebrarla; en otra ocasión una exnovia me terminó ese día. Hay fechas “especiales” que lo mejor que se puede hacer con ellas es dejarlas ser.

A pocas cuadras de mi destino, salto a otro pensamiento y los recuerdos se entierran en alguna región de mi cerebro.