Mi destino es Ficciones, el bar de libros que hace rato quiero conocer. Tengo un viaje y como me estoy inyectando La mano que cura de Lina Parra, directo a la vena, necesito otra lectura en la cual aterrizar. La tengo pensada desde hace rato, es de otra escritora paisa: Esta herida llena de peces. Me pregunto qué comerán las escritoras de esa región para narrar tan sabroso.
Cuando llego a la librería está cerrada. Abren a las 11 de la mañana y son las 10:30. Me siento en un murito al que le dan sombra unos árboles altos y frondosos, pero a los pocos minutos me aburro y me voy del lugar.
No es una decisión que tomo a la loca, sino que recuerdo que cerca está Prólogo, así que lo siento Ficciones, pero nos conoceremos en otra ocasión. Mientras camino hacia esa librería recuerdo a Mauricio Lleras su fundador. Siempre que llegaba me saludaba con un: quiubo , ¿cómo le va? y al instante comenzábamos a hablar de libros. Me preguntaba qué estaba buscando y me daba recomendaciones. Me gustaba mucho su tono de voz, era envolvente, sedoso; supongo que habría podido ser un muy buen locutor de radio.
Le cuento al hombre que está en la caja y a una mujer que está a su lado que estoy buscando la primera novela de Lorena Salazar Masso. Ambos tuercen la boca. “¿No la tienen?” El hombre teclea en el computador y dice que no. La mujer interviene: “El sistema dice que hay una copia, ¿no?”, “Si, pero es mentira, ¿recuerdas que ayer la buscamos y nunca la encontramos? “Una copia fantasma”, pienso, pero no digo nada.
¿Qué otras librerías hay cerca?, pregunto. Me dicen que Cooltivo y Tornamesa. “Yo creo que en Cooltivo la encuentra” dice el hombre. Me da la dirección y noto que queda más lejos que Tornamesa. “Gracias voy a ir a esa”, le respondo y me despido. Cuando salgo el scorching sun se siente más intenso, así que me decido por Tornamesa que está más cerca.
Mientras camino, pienso que sería bueno vivir en Chapinero por la cantidad de cafés y librerías que tiene. y me prometo no olvidar ese pensamiento. Llego sudando a Tornamesa y la celadora del lugar me saluda, me pregunta que busco y cuando le doy el nombre de la novela me hace seguirla. Por un instante pienso que me va a decir dónde está, pero busca a un librero para que me atienda. Casi sin mediar saludo le doy el nombre de la novela. Está muy cerca de donde nos encontramos. Me la alcanza, la pago en la caja y pido un taxi. El sol sigue en lo suyo. hace su trabajo como si nada. Yo estoy cansado y con hambre, pero contento de tener en mis manos mi próxima lectura.
No es una decisión que tomo a la loca, sino que recuerdo que cerca está Prólogo, así que lo siento Ficciones, pero nos conoceremos en otra ocasión. Mientras camino hacia esa librería recuerdo a Mauricio Lleras su fundador. Siempre que llegaba me saludaba con un: quiubo , ¿cómo le va? y al instante comenzábamos a hablar de libros. Me preguntaba qué estaba buscando y me daba recomendaciones. Me gustaba mucho su tono de voz, era envolvente, sedoso; supongo que habría podido ser un muy buen locutor de radio.
Le cuento al hombre que está en la caja y a una mujer que está a su lado que estoy buscando la primera novela de Lorena Salazar Masso. Ambos tuercen la boca. “¿No la tienen?” El hombre teclea en el computador y dice que no. La mujer interviene: “El sistema dice que hay una copia, ¿no?”, “Si, pero es mentira, ¿recuerdas que ayer la buscamos y nunca la encontramos? “Una copia fantasma”, pienso, pero no digo nada.
¿Qué otras librerías hay cerca?, pregunto. Me dicen que Cooltivo y Tornamesa. “Yo creo que en Cooltivo la encuentra” dice el hombre. Me da la dirección y noto que queda más lejos que Tornamesa. “Gracias voy a ir a esa”, le respondo y me despido. Cuando salgo el scorching sun se siente más intenso, así que me decido por Tornamesa que está más cerca.
Mientras camino, pienso que sería bueno vivir en Chapinero por la cantidad de cafés y librerías que tiene. y me prometo no olvidar ese pensamiento. Llego sudando a Tornamesa y la celadora del lugar me saluda, me pregunta que busco y cuando le doy el nombre de la novela me hace seguirla. Por un instante pienso que me va a decir dónde está, pero busca a un librero para que me atienda. Casi sin mediar saludo le doy el nombre de la novela. Está muy cerca de donde nos encontramos. Me la alcanza, la pago en la caja y pido un taxi. El sol sigue en lo suyo. hace su trabajo como si nada. Yo estoy cansado y con hambre, pero contento de tener en mis manos mi próxima lectura.