jueves, 27 de febrero de 2025

La ciudad en la que los árboles sueñan

Sergio, un amigo, me cuenta que después de 3 años de escritura, está a punto de terminar su primera novela. Ha pasado el último año buscando la mejor manera de ordenar temporalmente las más de 200 escenas que lleva escritas, pero le ha dado largas a ponerles el punto final y escribir FIN, esa palabra con sabor a triunfo.

Cree que ha hecho un buen trabajo. Está seguro que su novela no va a ocupar un puesto junto al Quijote o la Metamorfosis, pero eso lo tiene sin cuidado. Lo que más le inquieta es la expectativa que pueda causar su obra. También le parece absurdo haber dedicado tantos años a escribir una novela de más de 300 páginas y que un lector consumado la pueda leer en un solo día.

Pero eso también es lo de menos. A la larga sabe que escribe para que lo lean y que ningún escritor puede escapar a esa vanidad ni mucho menos controlar la velocidad de lectura de las personas. Lo que realmente lo paraliza es imaginar qué va a escribir después de publicar la novela. Dice que en algunos eventos literarios a los que ha asistido, muchos escritores afirman trabajar en distintas novelas al mismo tiempo. ¿Cómo lo hacen?, se pregunta. En su caso su texto se convirtió en un laberinto del cual aún no ha salido.

A veces le da por pensar sobre qué va a escribir cuando la termine, y la idea lo paraliza, pues ninguna trama nueva se le ha asomado en la cabeza. Lo tranquiliza un poco el caso de la escritora Harper Lee que luego de publicar Matar a un Ruiseñor, su novela debut, tardó más de 50 años en sacar una nueva.

Me cuenta que Lee decía que no quería tener encima la presión de la publicidad y que con su primera novela ya había dicho lo que tenía que decir. La escritora pensaba que que la publicación de un segundo libro debía ocurrir luego de su muerte, para no tener que lidiar con la atención de críticos y lectores. 

Sea como sea, La ciudad en la que los árboles sueñan me parece un buen título.